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Inercias Mentales

Meditar es interrumpir la actividad cotidiana para dejar que la inercia mental se reduzca J. Manzanera

No podemos negar que la mente es una herramienta magnífica para resolver problemas y conseguir objetivos, pero también puede ser un lastre cuando no sabemos dirigir los pensamientos o regular las emociones. Nuestra mente parece tener vida propia y repite ciertas tendencias, que se hacen más evidentes al poner presencia, al meditar. Frecuentemente surgen obstáculos que se interponen en el camino. Cuando empezamos a interiorizar lo primero que suele aparecer es el incesante parloteo mental. A eso se refieren los budistas cuando comparan a la mente con un mono loco que salta de una rama a otra.
Los contenidos mentales son diversos (podemos elaborar juicios y poner etiquetas, revivir hechos pasados, imaginar el futuro, dar vueltas a un problema, etc.) y van coloreados de un tono emocional (ansiedad, alegría, aburrimiento, tristeza, etc.) Esas emociones, ya sean agradables o no, se reflejan en sensaciones corporales.
A un nivel todavía más sutil podemos experimentar una tendencia a aferrarnos a las experiencias agradables y a rechazar las molestas. La mente entra en un juego de apegos y de aversiones.
Necesitamos tomar consciencia de los contenidos mentales y aprender a canalizarlos y desidentificarnos de ellos. Vamos a repasar ahora una serie de tipos habituales de inercia mental que nos producen sufrimiento, y cómo la meditación tiende a neutralizarlos.

Escaparse del presente, distraerse

Sólo el momento presente contiene la vida T.N. Hahn

En un momento dado quizá nos preocupemos por un futuro incierto, inmersos en fantasías de miedo y esperanza. En otro momento quizá nos obsesionamos con el pasado dolorosos  y nos abruma la culpa, la rabia, o la confusión. O bien aburridos por la rutina nos perdemos en ensoñaciones.
Parece que tenemos poco control sobre esta fábrica de pensamientos que es la mente, y que a menudo nos arrastran lejos del presente.
Cuando meditamos practicamos el traer la mente una y otra vez al momento presente. Observamos los pensamientos aprendiendo a que no sean ellos los que nos dirijan y los soltamos para poner la atención en el objeto de la práctica. Esto es un ejercicio de autocontrol que va mejorando la concentración en el aquí y ahora.

Impaciencia

Adopte el ritmo de la naturaleza; su secreto es la pacienciaR.W. Emerson

Nuestra sociedad actual de cambios acelerados y búsqueda de resultados rápidos no fomenta una actitud paciente y tranquila. Nos aburre la rutina y el tiempo neutro sin intensidad emocional. Caemos en el desasosiego y la frustración al no aceptar el ritmo natural de la vida.

Meditar implica cultivar la paciencia amorosa, una actitud para generar confianza y tranquilidad. Volvemos a retomar una y otra vez la atención observando y soltando la posible inquietud que aparezca.

Apego y aversión

Tenemos tendencia a aferrarnos a las experiencias agradables y a rechazar las molestas. La mente entra en una dinámica de gusto y disgusto, de apegos y  aversiones, y dado que la vida es cambio continuo esto nos produce sufrimiento.
La meditación va cultivando una mente más ecuánime, que no hace distinciones; se va consiguiendo no reaccionar de forma automática, poner distancia de lo que nos sucede. No es indiferencia sino observación tranquila de nuestra realidad  cambiante para llegar a aceptarla.

Resistencia a lo que hay

A lo que te resistes, persiste C. Jung

Es común observar la tendencia humana a oponerse a los cambios, sobre todo a los que traen dolor o incomodidad. Pero los cambios son inevitables. Las pérdidas, la enfermedad y la muerte son partes de la vida. Resistirnos a la realidad dolorosa añade una capa adicional de sufrimiento. A veces la dificultad para aceptar la realidad está en nuestros rígidos esquemas de cómo deberían ser las cosas.
Por medio de la meditación se puede aprender a fluir con la vida, a soltar antiguos esquemas, a desarrollar una mente más abierta, flexible y receptiva. Al meditar se practica la aceptación de lo que es, dejamos de luchar contra lo que nos molesta o no encaja para ser capaces verdaderamente de transformar todo eso. Se aprende a observar y relajarse en el dolor, lo cual lo va a hacer más soportable.

Juicios, comparaciones y  autocríticas

Observar sin evaluar constituye la forma suprema de inteligencia humana J. Krishnamurti

La tendencia a juzgar lo que hacemos nosotros y otras personas, nos causa frustración y malestar. Esta tendencia se origina en un conjunto de creencias negativas arraigadas profundamente. Al juzgar simplificamos la realidad y ello conduce a que nuestra percepción sea limitada. Cuando ponemos etiquetas cerramos puertas a la posibilidad de cambio y se suelen generar emociones negativas que nos dañan.
Al practicar la meditación se aprende a observar esta inercia de juzgar, aprendemos a soltar juicios y aceptar la realidad como es. Incorporamos una actitud compasiva, empezando por nosotros mismos.

Cavilación constante y desbordamiento emocional

Mi vida ha estado llena de desgracias terribles, la mayoría de las cuales nunca ocurrieronM. Twain

La tendencia mental a obsesionarse con ciertos pensamientos y emociones crea tensión y ansiedad. Es una inercia que lleva a reproducir  el mismo tipo de pensamientos y quedarse atascado en ello. Es la denominada rumiación mental que está relacionada con la depresión y otros trastornos emocionales. A veces las emociones nos nublan la mente y nos atormentan el corazón y nos pueden arrastrar a actuar de forma que más tarde lamentamos.

Al practicar la meditación se cultiva una mente más alerta, abierta, que permite fluir más en el presente, aprendiendo a dejar marchar los pensamientos recurrentes. La meditación no nos libra de las emociones difíciles, pero enseña a poder observarlas y aceptarlas dejando que fluyan.

Patrones mentales negativos

Darse cuenta es la llave de la transformación F. Peris

Muchas personas se dan cuenta de los patrones negativos que dominan su mente, (por ejemplo sentimientos y pensamientos repetitivos de perfeccionismo, pesimismo, victimismo, etc.) que provienen del pasado. Estos patrones tienen una energía que nos arrastra, seamos o no conscientes de ellos. El resultado es que uno puede estar reaccionando al drama interior y perderse la inmediatez de la vida y su belleza.
La meditación nos enseña a ser más conscientes y poder observar con distancia estas historias, evitando que nos dominen. Por otro lado, meditando también se pueden cultivar estados y sentimientos positivos,  como la autocompasión, la bondad, la gratitud… cultivo que va creando una base amorosa para afrontar la vida que contrarresta la negatividad mental.

Ilusión de separación

Como enseña la tradición, la creencia que somos seres aislados del mundo y de los demás es la gran fuente de sufrimiento, que lleva al miedo y la inseguridad. Esta y otras inercias mentales serían como velos que cubren la verdadera esencia, pues la agitación y la confusión oscurecen la visión de la misma.
La meditación ofrece la oportunidad de abrir la consciencia a esa realidad auténtica, de empezar a vislumbrar una dimensión más profunda.

Mindfulness alivia la carga de la inercia mental

No somos los pensamientos, sino la Conciencia que está detrás y que es consciente de ellos E. Martínez Lozano

A pesar de las inercias y patrones mentales arraigados, la práctica habitual de la meditación de la atención plena o mindfulness serena la mente y disipa la confusión.

El desarrollo de la concentración produce experiencias de calma y armonía, se aprende a volver al momento presente, fortaleciendo la conexión directa con la vida, más allá de los dramas e historias personales.
El cultivo de estados positivos como la compasión y la alegría, es otra práctica que contrarresta  estados negativos como la depresión, el miedo, la rabia, etc.
La práctica de la consciencia abierta, facilita la liberación espontánea de pensamientos y emociones, que necesitan fluir y sanarse.
La consciencia de la experiencia interior provoca un cambio de actitud. En lugar de ser arrastrado por la corriente mental, uno se convierte  gradualmente en un observador que está en la orilla mirando el fluir del río de la experiencia.
Cuando se medita regularmente se comprueban los temas recurrentes y patrones particulares de la mente. Y uno va percatándose de que la propia mente es la que crea su historia y la recrea, produciendo sufrimiento. El ser consciente de la propia historia empieza a transformarla de forma sutil, y al poner distancia uno se hace menos reactivo ante la vida.
No queremos transmitir que la meditación es una panacea, ni idealizar su uso: realmente puede aportar notables beneficios terapéuticos a medio plazo pero es también un largo proceso de apertura y desidentificación, con sus momentos plenos y sus momentos difíciles como la vida misma.

Hacia una dimensión más real

La ilusión llega a su fin cuando la reconocemos. Cuando vemos lo que no somos, la realidad de lo que somos emerge espontáneamenteE. Tolle

Podemos acabar positivamente señalando que el meditador constante  suele mencionar vivencias de apertura en la práctica: quizá haya momentos inesperados de quietud mental; quizá una ola de amor que abre el corazón; o una intuición de interconexión con todos los seres; o bien una sensación de presencia de algo ilimitado. Se podrían considerar destellos  de esa dimensión profunda, intuiciones de que somos algo más que la personalidad limitada que ha forjado nuestra mente (el ego).
La confianza en una realidad esencial nos ayuda a continuar la práctica, hacia una consciencia más sabia y lúcida.

 

 

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