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Ábrete al Sonido

218 CHEMAEl sonido huye desnudo, emana de la propia existencia, despojado de juicio, de emoción, de mensaje. El sonido huye sin luz y a tientas, insufla los abismos de la imaginación. Cuando escuchamos sonidos de la naturaleza, como el silbido del viento, el rugir del mar o el temblor del trueno, crea tensión, nos pone en situación de alerta. El sonido nos crea como individuos, mientras que la música nos hace sentir parte de la colectividad. 

El gran pensador humanista Ramón Andrés comienza así su ensayo El mundo en el oído, que nos sirve también para introducir y separar el sonido y la música. De hecho, el sonido ha tenido su propia historia y ha conseguido llegar a nuestro presente cargado de una energía que algunos defienden como sanadora y liberadora. ¿Será verdad?

Gracias a diferentes avatares, instrumentos arcaicos, como cuernos, caracolas o didgeridoos, se van instalando poco a poco en el presente. Este último lo conocimos prácticamente en el siglo XX, cuando el hombre blanco se adentró en las llanuras australianas donde hallaron a los primitivos aborígenes. Se cree que llevaban más de veinte mil años soplando un trozo de madera hueca y extrayendo de él un sonido estremecedor, grave y sumamente primigenio. Con el sonido del didgeridoo o yidaky, el aborigen conecta con el mundo de los sueños: Dreamtime.  ¡Pero resulta que también es capaz de alterar nuestra consciencia! ¿Podríamos decir que nos retrotrae a una tierra que aún conserva nuestras huellas y nos identificamos con ellas? Solo hay que abrirse al sonido.

El instrumento de tradición hindú, llamado Srutibox, toma su nombre del sánscrito sruti, que significa lo oído, lo que ha sido revelado por audición. De hecho, esta especie de acordeón de caja de madera con fuelle y que emite un monótono sonido a modo de bordón, se emplea para la recitación de mantras y cantos devocionales. Al viajar a nuestra cultura, el Srutibox se convierte también en uno de los soportes sonoros más difundidos para acompañar y sostener el Canto Difónico o Canto de Armónicos.

EL SONIDO Y SUS ARMÓNICOS

El sonido es vibración que, al chocar con el aire en su desplazamiento por el espacio, crea nuevas ondas sonoras que varían siempre en un intervalo matemático. Es decir, todo sonido se compone de una nota fundamental (por ejemplo un Do) y varias notas de menor amplitud llamadas armónicos. No es fácil diferenciar estas ondas menores en los sonidos habituales, pero hay instrumentos que están especialmente diseñados para que podamos distinguirlas. Es el caso de los Cuencos Tibetanos y Gongs. 

Al tañer un cuenco tibetano con una baqueta comprobamos enseguida que, además de prolongarse el sonido en el tiempo, se pueden escuchar varios tonos simultáneamente.  ¿Magia? No, combinación de una acertada aleación de metales y una sabiduría artesanal, (Ver Verdemente N 209). Pero no nos paremos en el instrumento, si no en sus efectos. Cuando escuchamos ese caleidoscopio sonoro, la mente inmediatamente se para, queda absorta en la musicalidad interna del sonido, como si una escueta pero bella sinfonía fuera ejecutada por músicos ausentes. Abriéndonos al sonido, de nuevo entramos en un estado de paz, armonía y relajación. 

En el caso del Gong, el efecto es aún mayor. Si nos colocamos frente a un gong grande - de 70 ctms. o más- mientras otra persona golpea su pared plana con una baqueta acolchada, seremos atravesados por una oleada ingente de armónicos. Si estamos sentados cómodamente y relajados, pronto el espacio-tiempo se nos escurre de la consciencia, abriendo camino a un viaje interior único y personal, cuyos efectos terapéuticos sentimos inmediatamente. 

También, como decíamos anteriormente, podemos aprender la técnica del canto armónico y abrirnos al viaje... y que ondas compuestas viajen por nuestro cuerpo de forma que lo armonicen, lo reestructuren, lo sanen. 

SUENA EL GRAN LATIDO

El tambor acompaña al ser humano casi desde sus albores. A pesar de no haber huellas, se cree que el homo sapiens golpeaba trozos de árboles huecos para señales y avisos, al igual que chocaba piedras o huesos. Desde luego, no se puede entender el devenir de la tribu sin el tambor, que según Shneider ha servido para generar en el hombre una organización psicológica necesaria para su evolución. 

Abrámonos ahora a uno de ellos. Hablo del TUUR, TUNGUR O UNTUM, también conocido como Tambor Chamánico Siberiano. 

Según el musicólogo francés Jules Combarieu “el sonido servía para conocer mejor a los espíritus, no para defenderse de ellos, sino para arrancarles sus secretos”. A golpe de tambor, el chamán atrae el poder de animales para que le conduzcan al lugar donde pueda sanar y ayudar. Nació así el primer sanador espiritual. 

El sonido huye desnudo e invisible, tan sólo sentido por los cerrados ojos del buda que, ajeno al ruido y al bullicio, nos invita a abrirnos a la danza cósmica del sonido de las esferas.

Chema Pascual.

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Te deseo un entrenamiento feliz y que puedas dar fe de lo que vives, porque los resultados internos y externos demuestren que sí vives con sabiduría. 

COLABORADORES Revista Verdemente