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La Magía del tambor

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Hay una famosa escena en la película 2001: Odisea en el espacio, en la que aparece una tribu de australopitecos bebiendo en una charca. Uno de ellos desentierra un hueso y siguiendo su impulso, comienza a golpear la tierra con él. Primero tímidamente, después rítmicamente, por último violentamente. En esta alegórica escena, su director Stanley Kubrick quería representar lo que fue uno de los momentos más significativos en la evolución del hombre: el encuentro con la herramienta.
EL TAMBOR AFRICANO O DJEMBÉ
Sabemos que ese hueso se emplearía como arma de dominio, pero intuimos también que servía para golpear el tronco de un árbol hueco y usar su ritmo como llamada de alerta, de búsqueda o de socorro. Evidentemente no quedan huellas de ese pasado, pero el tambor africano o Djembé, posee las marcas del camino milenario que el hombre debió recorrer hasta llegar a nuestros días. De hecho hoy, tal y como lo conocemos, el djembé sigue siendo un tronco ahuecado en forma de copa, recubierto con una piel de animal, usado para crear ritmos sonoros que conviven con los espíritus de la naturaleza. Un momento evolutivo que apenas ha sufrido transformaciones.
Llevar el ritmo con las manos forma parte de nuestra esencia, y golpear con ellas un tambor, nuestra tradición más lejana. Existe tal conexión entre manos y una parte de nuestro cerebro, que tocar persistentemente un tambor, nos puede llevar a una sensación de éxtasis o trance. La mecánica simple es la siguiente: al crear el ritmo con ambas manos, combinado distintos sonidos y repetirlos en secuencias regulares, va llevando al músico a un estado de trance o éxtasis.
LOS CIRCULOS DE TAMBORES
Nuestro amigo Félix Ballesteros, articulista de esta revista y recientemente desaparecido, repetía incansablemente: “al tocar el tambor estamos liberando hormonas como la dopamina, responsable del placer y la motivación, la serotonina responsable del estado de ánimo, y las endorfinas, que nos hace sentir más felices y contentos”. En sus círculos de tambores, a Félix no le importaba que la gente tocara bien o siguiera el ritmo, lo que buscaba era “exteriorizar las emociones sin miedos ni complejos, para limpiar las energías estancadas”. Tenía mucha razón Félix cuando tozudamente recalcaba que “cada golpe de tambor nos sumerge en la creatividad pura y nos conecta con el hemisferio derecho, donde las emociones no se juzgan, de forma que los sentimientos se liberan y se expresan de una forma creativa natural”.
Tocar en círculos de tambores es un acto de tribu. Se crea de forma natural una complicidad con el otro a través del ritmo y el compás, que nos hace crecer hacia fuera, indagar en el sonido que emana ya no de uno, si no del conjunto. Nos vemos desde una perspectiva comunal, donde no hay separación de uno a otro y todos construimos la vida que compartimos. No es de extrañar que en empresas donde se cuida el ambiente de equipo, se están introduciendo los círculos de tambores con el fin de engrasar la cooperación, entrega y dinamismo.
223 ILUS CHEMA1 webVIAJE CON EL TAMBOR CHAMANICO
El neochamanismo está siendo todo un fenómeno en el mundo de las terapias naturales. Su accesibilidad y diferentes formas de mostrarlo, está naturalizando un poder que antes se creía sólo en personas dotadas especialmente para ello.
El viaje chamánico ya no precisa de una ingestión guiada con plantas sagradas. Muchos prefieren buscar el estado de consciencia alterado necesario para el viaje, de una forma más simple y natural, usando el tambor chamánico, acompañado de su maraca o sonaja.
Se ha comprobado que siguiendo un ritmo continuado de golpe de tambor a unos 220 ciclos por minuto, la mente entra en el estado ampliado o de éxtasis necesario para el viaje. La técnica para tocarlo no es complicada, pero sí es necesario tener unos conocimientos mínimos para que sea posible acceder a los guías y espíritus de poder, que guiarán el viaje hacia el objetivo sanador necesario.
El toque resonante, el toque profundo, el golpe seco, el golpe violento, la sonaja como serpiente, la maraca de agua, el ritmo de camello, el compás que se acelera, la piel que susurra, la piel que habla. El mundo del sonido nació con la magia del tambor.

Chema Pascual

COLABORADORES Revista Verdemente