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¿Que significa se padre o madre?

Un padre y una madre no son para toda la vida

Sin excepción, el primer domingo de mayo se celebra el día de la madre. Nada fuera de lo común, si no fuese por la cantidad ingente de anuncios bombardeándonos con regalos para nuestras madres. Este año, recuerdo especialmente uno sobre una medalla. Decía algo así como “una madre es para toda la vida; hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana”. No obstante, siento decirte que “una madre y un padre NO son para toda la vida”.

¿Te atreves a descubrir por qué? 

217 ILUS GABARRONO HABLAMOS DE BIOLOGÍA

Cuando decimos que un “padre o una madre no son para toda la vida”, no estamos hablando de biología. Biológicamente un hijo/a siempre habrá surgido de la unión entre un espermatozoide y un óvulo, paterno y materno respectivamente. Así pues, no se trata de un tema biológico, sino que nos estamos refiriendo al rol de padre y al rol de madre.

Socialmente, nos han hecho creer que debemos seguir ejerciendo ese papel toda nuestra vida. Sin embargo, si lo hacemos, inevitablemente generaremos conflictos con las personas que amamos: nuestros hijos e hijas.

ENTONCES, ¿QUÉ SIGNIFICA SER PADRE O MADRE?

Bajo mi punto de vista, ser padre o madre significa cumplir con tres características fundamentales que podríamos sintetizar en tres palabras: portal, amor y poder. Cuando estas tres premisas se aúnan, estaremos cumpliendo con el rol de padre y el de madre. Al contrario, si una de ellas falla, nuestro papel como padres y madres será incompleto.

La primera palabra es portal. Como padres y madres, ya seamos biológicos o adoptivos, somos un portal a través del cual dejamos entrar a otro ser humano a la Vida. Un portal no escoge las personas que lo atraviesan. Simplemente, se limita a abrir sus puertas y a dejar que, cualquiera que lo desee, lo traspase. De la misma manera, nosotros no podemos escoger qué hijo/a atravesará nuestro portal, simplemente nos abrimos a la Vida.

Por esta razón, ser portal implica un enorme gesto de generosidad, pues significa acoger a todo el mundo al margen de cómo sea. Abrir el portal es sinónimo de aceptar lo que venga, renunciando a nuestras expectativas. Recuerda: lo más fundamental de un portal no es que escoge, sino que acoge.

A continuación, nos encontramos con el amor. Precisamente, porque estamos dispuestos a acoger a cualquier persona, estamos dispuestos a apoyarle, a darle lo que necesite para que llegue a ser quien está destinado/a ser. Esta es la segunda característica de la maternidad y la paternidad: la decisión de buscar el máximo bien para nuestros hijos/as, al margen de los sentimientos que nos despierten.

Los padres y las madres somos como la tierra: acogemos a nuestros hijos/as como a una semilla. Independientemente de la semilla que sea, le damos abono y la regamos para que crezca. Este apoyo incondicional es el verdadero amor.

Por último, es necesario el poder. Se trata de la obligación paterno y maternofilial de tomar decisiones en nombre nuestros hijos/as. Como progenitores, debemos tener la capacidad de decir “no” a ciertas cosas y la capacidad de decir “sí” a muchas otras. Si no somos capaces de decir “no” y mantenerlo, nuestros “síes” no tendrán ningún tipo de valor. A eso se le llama jerarquía, a eso se le llama poder. Ningún padre ni ninguna madre pueden renunciar a ello.

SOBRE EL PODER MENGUANTE

Los padres y las madres tienen la obligación de ejercer el poder en aquellas áreas dónde sus hijos tienen incapacidad para decidir. ¿Y cuáles son esas áreas? Básicamente, en aquellos temas donde su capacidad de decisión sea reducida o inexistente. Por ejemplo, un bebé tiene una capacidad de decisión del 1% (cuándo come, cuándo duerme y cuándo llora) mientras que sus progenitores deciden el 99% restante. En cambio, a medida que nuestros hijos/as crecen tienen mayor capacidad de decisión. En cada nueva área que conquistan, debemos dar un paso hacia atrás. Por ello afirmamos que el poder es menguante, pues cada vez tenemos menos.

Esta disminución de poder llega a su culminación en la edad adulta. Nuestros hijos/as tienen el derecho de decidir sobre la totalidad de sus vidas, mientras que nosotros solo podemos respetar sus elecciones. A pesar de ello, muchos padres y madres olvidan este inmenso detalle e intentan seguir influyendo en áreas donde ya no tienen ningún poder: opinar sobre su trabajo laboral, sobre dónde vivir, sobre su pareja, sobre si tienen o no hijos, etc. Este hecho se vive como una agresión por parte de los hijos/as y dificulta la buena relación.

A algunas personas, esta afirmación les puede sorprender. Muchos pensarán: ¿y si mi hijo/a se equivoca? Bien, si nuestro hijo/a va a equivocarse, deberemos comprender que tiene derecho a hacerlo. Solo así, podrá aprender de sus errores. Si le negamos la posibilidad de equivocarse, le estaremos negando la posibilidad de aprender. Pero quizás seamos nosotros los equivocados. En todo caso, debemos respetar las decisiones de las personas que ya son adultas: si interferimos estropearemos la relación.

En definitiva, querer imponer un poder dónde ya no lo tenemos, es un error. Lo único que conseguiremos será estropear la relación. Por ello, a partir de la adultez de nuestros hijos/as, ya no podemos ejercer el poder de padres ni de madres. Nuestro rol ha cambiado. En ese momento, seguimos amándoles, pero respetando su libertad y su posibilidad de aprendizaje. En caso contrario, estropearemos la relación. No lo creas: verifícalo en tu vida.

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