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Religiosidad, Sacralidad y Eternidad

189 SEBASTIAN

A través de la historia, en todas las religiones, encontramos personajes que han llegado a cumbres de realización. San Juan de la Cruz llegó a través del cristianismo, Ramana a través del hinduismo, Ibn Arabi a través del islam, etc… Son numerosísimos los ejemplos que demuestran que las diferentes religiones, podemos también llamarlas Vías, han servido de marco y han conducido a numerosos practicantes a su objetivo: llevar al ser humano hasta la Realidad Última; han cumplido su función de religio, han reunido a la criatura con Dios. Y asimismo nos damos cuenta de otra cosa: cuanto más profundizamos en el mensaje de esas personas realizadas más observamos que los dogmas y creencias inamovibles se desvanecen y que las Vías, más que divergir, se complementan y unifican.
Sin embargo, no hay que confundir la religión con la religiosidad. La diferencia en que la religiosidad significa un paso más allá que penetra directamente en la dimensión trascendente del individuo. Y la religiosidad es un impulso implícito en el ser humano. Un impulso al que hay que darle salida.

Muchas personas inteligentes o de fuerte intelecto han despreciado a las religiones por la fuerte carga dogmática que tienen y la, muchas veces, simplicidad de sus postulados, teniendo además presente que estos postulados están enmarcados en un tiempo y culturas ya muy antiguas. Pero las religiones no son más que expresiones precisas en un determinado tiempo y cultura de un pensamiento religioso que triunfa en la historia. Las religiones son distintas opciones que se han ofrecido a lo largo de la historia como “vías” de acceso a lo trascendente.
La religiosidad, sin embargo, es intrínseca al ser humano y su expresión es sutil, creativa y estética. Y tiene un punto de partida:
La percepción de la eternidad. La capacidad de percibirse como eterno. Lo que antiguamente se denominó el sentido de lo trascendente.
Hemos dicho que el olvido o pérdida de la dimensión trascendente provoca numerosos conflictos internos a las personas que no se conforman con la visión exclusivamente materialista y sin significado de la existencia que preconiza la cultura actual, ni les son suficientes ni comprensibles los postulados dogmáticos o las creencias inverosímiles de las religiones organizadas. La pérdida de esta religiosidad es el origen de muchos de los desequilibrios y problemas que aquejan al ser humano, por tanto es necesario recuperarla.
Adjunto unas pautas clásicas extraídas de diversas fuentes que han ayudado en diferentes culturas y épocas a “recordar” nuestra naturaleza trascendente y a recuperar la religiosidad inherente al ser humano.
•    Nos percibimos eternos de un modo profundo. No limitados exclusivamente a los confines de la materia.
•    Nos declaramos conectados a lo sacro. A un no-lugar, a un no-espacio, a un no-tiempo en el que lo bueno, lo bello y lo justo es permanente.
•    Asimismo aspiramos que en este nuestro mundo cada vez sea más y más presente lo bueno, lo bello y lo justo.
•    Nos percibimos nobles, dignos y sacros y por ello percibimos y honramos a los seres humanos y demás vivientes como nobles, dignos y sacros.
•    Tratamos que la expresión de la nobleza, dignidad y sacralidad que somos se haga patente en la intención correcta, palabra correcta y acción correcta.
•    Tratamos por tanto de expresar en nuestro entorno, de acuerdo a la medida de nuestras capacidades, la intención, palabra y acción correctas en modo de valores y virtudes tales como la tolerancia, generosidad, educación, respeto o sinceridad entre otras de las que han hablado profusamente distintas religiones, filosofías y culturas.
•    Asimismo privilegiamos lo que une sobre lo que separa, lo que construye sobre lo que destruye, lo fundamental sobre lo accesorio y lo que es inherentemente benéfico sobre lo que es inherentemente nocivo.
•    Cada persona es un SER único e irrepetible y que por ello mismo merece ser honrada y respetada independientemente de su edad, sexo, raza, creencias u opción sexual por su mera condición de ser humano.
•    El redescubrimiento de la religiosidad parte del sentimiento profundo de sentirse eterno.
•    Esta sensación interior, individual y emanente de lo más profundo del ser, cuando se toma conciencia de ella, empieza a percibirse sobre uno mismo como nobleza y dignidad. En realidad es la percepción de lo sacro. Es la percepción de sentirse conectado a algo superior de lo que se forma parte.
La autopercepción de nobleza, dignidad y sacralidad provoca que la mirada al mundo participe de ello, por lo que paulatinamente se empieza a percibir la vida y a los vivientes- sobre todo al “otro”- como nobles, dignos y sacros.
Ese percibir al otro y a uno mismo desde esta perspectiva provoca a su vez el natural fluir de los valores, las virtudes, que se manifiestan en el pensamiento, en la palabra y en la acción, con dignidad, respeto y honra hacia uno mismo y hacia el otro.
Como hemos dicho en realidad se trata de recordar.
Se trata de pasar de la fe a la certeza en un recorrido clásico capaz de ser identificado por los que transitan la Vía.
•    Confianza en la certeza =alguien dice que existe el mar.
•    Conocimiento de la certeza = veo, huelo y oigo el mar.
•    Verdad de la certeza = me baño en el mar.
•    Vida de la certeza = SOY EL MAR.

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