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El Poder de la Mente

Buda lo aseveraba: "Todos los estados entroncan en la mente y la mente es la fuentes de todos los estados". Krishnamurti declaraba: "La mente es el mundo". Los yoguis desde la más remota antigüedad nos han advertido: "De la mente parten dos caminos: uno lleva al cielo y el otro al infierno", entendiendo por cielo o infierno estados psíquicos. También, como tanto les insisto a mis alumnos en las clases de meditación: la misma mente que encadena, es la que libera. Con la mente pensamos, sentimos, hacemos..., pero ella puede ser sana o insana. Es una buena sierva, pero muy mala ama.

El poder de la mente es indiscutible. El del pensamiento, también. La mente es nuestra inseparable compañera desde que nacemos hasta que morimos. Es el órgano de percepción, cognición, análisis, memoria, imaginación, atención, discernimiento y otras preciosas funciones cuando sabemos utilizarlas bien y servirnos de ellas. Pero muy perturbadoras cuando ellas nos dominan y nos convierten en sus esclavos.
Los sabios de Oriente siempre han insistido en la necesidad de aprender a cuidar, dominar, entrenar, desarrollar y sanear la mente, porque ella puede ser fábrica de aflicción o de deleite, y puede ser una implacable enemiga o una magnífica amiga. La mente bien dirigida y gobernada, es de mucho provecho para uno mismo y para los demás, pero mal dirigida y gobernada es desorden, fiasco, inarmonía y conflicto.
Cuando la mente no está bien establecida, controlada y orientada, es manantial de mucho sufrimiento, porque se extravía en sus pensamientos neuróticos e insanos. También causa mucho dolor innecesario a las otras criaturas. Se fragmenta y pierde su energía, es causa de malestar y preocupación inútil. Una mente así, decía Kabir es un fraude, una casa con un millón de puertas. Lo mejor es no creérsela. No es de fiar, es un timo. Si la mente no te gusta, cámbiala, le recomendó un mentor a su discípulo. Surgió la meditación hace milenios para poder limpiar, esclarecer y serenar la mente y que así en lugar de reportar ignorancia, desencadene sabiduría liberadora.

212 RAMIRO
Mi admirado y siempre recordado Babaji Sibananda de Benarés siempre me decía que hay dos cerebros: el sagrado y el demoniaco, y que hay que aprender a desplegar el primero y a debilitar el segundo. Una mente negativa contagia negatividad, como una saludable, contagia armonía.
La mente descontrolada es como un elefante furioso o como un mono loco saltando de rama en rama. Se dejará arrastrar por la ira, el egoísmo, la ansiedad y todas las emociones tóxicas. Aunque uno habla de ella como si le perteneciera, en realidad no es así; uno es como una hoja a merced del vendaval de una mente agitada y confusa que daña a los demás y se daña a sí misma, acarreando un montón de cosas nocivas. Una mente no dirigida con sabiduría y ecuanimidad, con sosiego y lucidez, es un caldo de cultivo para la fricción, el conflicto, las emociones venenosas y los pensamientos insanos. Lo que puede originar trastornos psicosomáticos muy diversos, además de que dispersa las mejores energías y malogra la relación con las otras personas.
Como todos tenemos en principio una mente desorganizada y con tendencias insanas, urge transformarla para obtener lo mejor de ella y abandonar lo peor. Así se podrán obtener los potenciales mentales, evitar las memorias negativas y las fantasías dolorosas y perjudiciales, activar la atención mental en el aquí y ahora, cultivar actitudes sanas y constructivas y comportamientos mentales, verbales y corporales cooperantes y generosos.

Desde que descubrí el yoga cuando tenía quince años de edad, enseguida escuché la antigua enseñanza de "así como piensas, así eres" o "somos el resultado de nuestros pensamientos" o "heredaremos de la mente lo que vayamos haciendo con ella". Pensamientos nocivos encienden pensamientos nocivos, en tanto que los positivos alumbran los positivos. El pensamiento insano es como una espina clavada en el sistema nervioso, que no deja de irritarlo.

Es necesario aprender a pensar y a dejar de pensar. En este sentido la meditación nos es también de gran ayuda. Cuando hay que pensar, pensamos, pero cuando hay que vivir en el instante sin pensamientos, lo hacemos. Nada de elucubraciones inútiles. Por un lado la práctica asidua de la meditación y, por otro, enfocar la mente en lo que a cada momento estamos llevando a cabo. Y cultivar actitudes constructivas, basadas en el sosiego, la ecuanimidad, la atención vigilante y la compasión. La meditación nos permite entrenar la mente para desarrollarla y que pueda alcanzar un plano de equilibrio y visión clara. De eso modo uno podrá mejor afrontar las vicisitudes de la vida e incluso sacar una enseñanza transformativa de las mismas.
Además de la práctica de la meditación sentada, hay que estar más meditativo en la vida diaria. Podemos irnos adiestrando para frenar los pensamientos, o mirarlos sin que nos afecten, o combatir los pensamientos negativos mediante los positivos, o ignorar los pensamientos. Hay numerosos métodos para aprender a relacionarse con los pensamientos. Para ello también necesitamos el esfuerzo consciente, la disciplina y la motivación necesaria para despojarnos de los pensamientos insanos y cultivar y desplegar los sanos. Es una especie de alquimia. Igual que los alquimistas tratan de transmutar los metales de baja calidad en metales preciosos, vamos tratando de transformar el lado neurótico de la mente en un lado sano y constructivo. La meditación nos ayuda a superar los modelos de pensamientos que generan dolor propio o ajeno, para construir emociones sanas y lucidez mental. Con el trabajo de autoreeducación necesario, iremos logrando que la mente no esté gobernada por la ofuscación, la avidez y el odio, sino por la lucidez, la generosidad y el amor.
Inspirémonos en las palabras de ese maravilloso texto que es el Dhammapada, donde se nos recuerda:
"Es bueno controlar la mente: difíciles de dominar, voluble y tendente a posarse allí donde le place. Una mente controlada conduce a la felicidad".

 



 

 



 

 

 

 

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