Buscar

Grita el Indio... Llora la Tierra - Amazonía - Preludio

240 CHEMAXarinco apoya lentamente sus pies desnudos en un lugar remoto de la selva amazónica. No quiere ser descubierto por los madereros, cada vez más numerosos, siempre armados, cada día más cerca. Xarinco pertenece a una tribu aún no conectada, que cada día ha de adentrarse más y más en la espesura selvática para sobrevivir, como lo han hecho siempre: conectados a la sabiduría de la naturaleza. Sabe también Xarinco que eso no podrá seguir siempre así, que la huida no podrá durar mucho. Serán acorralados, los disparos silbarán la música de una guerra que, antes de empezar, ya parece perdida. Xarinco no llora, pues es árbol, es jaguar, es selva. Xarinco grita y canta la música de los abuelos, acude al poder de una sabiduría ancestral porque la selva está dentro de él. ¿Hay alguien ahí? ¿Quién te escucha Xarinco?

Bolsonaro, nuevo y esperpéntico presidente de Brasil, ha dado rienda suelta a los madereros para que la Amazonía, el pulmón más grande de la tierra, sirva como recurso de riqueza a las grandes empresas. Pero el indio no calla, no asume su invisibilidad, porque es la raíz, aquél que estaba antes de que curas y militares blancos invadieran sus tierras. Hoy también es quien cuida de los campos, quien siembra y recoge el maíz, quien canta a la naturaleza y a sus dioses.

OTOÑO EN LLAMAS

Y, entonces, todo explotó. En el mes de septiembre, el Gobierno ecuatoriano decide subir los precios de los carburantes, ante la falta de liquidez para pagar el crédito que pidió al Fondo Monetario Internacional. De la noche a la mañana, los precios de lo básico para la vida - pan, carburante y vivienda- se alzaron por encima de lo que un pobre indígena puede pagar. Gritaron, pelearon y algunos dejaron la vida en ello, pero, al fin, el Gobierno echó marcha atrás después de comprobar que no cejarían en su lucha.

El indio volvió a tocar entonces sus tambores de pelo, las zampoñas andinas y sus flautas de abuelo. Los cantos medicinales se repetían sin cesar, del bosque a la montaña y del cerro a la selva. La música iba a propagar la resistencia, parapeto al progreso que define al hombre blanco.

Pero la llama seguía encendida y prendió en Chile unas semanas después. Otro recorte, otra vuelta de tuerca que ponía al indígena y a la población más indefensa al borde del cataclismo. De nuevo las revueltas, los muertos, la segregación del pobre y del indio. Curiosamente, las canciones de Víctor Jara volvieron a cantarse, los palos de lluvia giraban cual molinos al viento y las quenas andinas viajaron con un mensaje claro y firme: el indio no se dejaría aniquilar.

EN LAS CUMBRES DEL TITIKAKA

Viajando por los Andes unos meses atrás, llegué al lago Titikaka, lugar sagrado para las comunidades indígenas. En las montañas bolivianas que rodean el lago, viven los indios Queros, quienes tocan sus enormes flautas-zampoñas. Esta comunidad indígena ha estado aislada durante siglos y dicen estar ahora mostrando sus conocimientos ancestrales. Vaticinan, por ejemplo, que la tierra está evolucionando, pero que, si no evolucionamos con ella, la tierra prescindirá de nosotros.

Bolivia, uno de los países con más demografía indígena de América del Sur, consiguió poner como presidente a un indito pequeño y con fama de buena gente al frente de su país. Evo Morales duró dos mandatos y al tercero, al que se presentó y ganó de nuevo en el mes de noviembre, tuvo que salir huyendo al ser amenazado por el ejército. De nuevo, el indio se lanza a las calles para luchar por su dignidad y sus derechos. Después de semanas de represión, el ejército, alentado por el Presidente de Estados Unidos, se está haciendo con el poder.

Como una mecha que va corriendo por toda Sudamérica, la caza al indígena avanza inexorablemente. Colombia es hoy el que ocupa las primeras páginas de los periódicos: las tropas militares salen a las calles para sofocar las protestas de indígenas, estudiantes y trabajadores. De nuevo, las paupérrimas condiciones de vida de los sectores más desfavorecidos sirven de unión para que distintos sectores sociales exijan sus derechos y su lugar en la sociedad civil.

Sí amig@s, los sabios de la tierra no están de moda, por ello me gustaría acabar esta diatriba con unas hermosas palabras de Omar La Rosa, amigo y constructor de algunos instrumentos que he incorporado a la familia ritual:

La música andina recorre los cantos de una pentafonía,

que acogida por la expresión colectiva

sostienen los recuerdos de su gente.

Sus ejecutantes caminan las montañas tocando sus flautas

siempre en grupo.

En esos momentos lo individual se pierde en la confraternidad comunal y

cobra fuerza el círculo de hermandad.

Chema Pascual 

COLABORADORES Revista Verdemente