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The Sound of Silence

244 CHEMAPor primera vez vivimos una experiencia global de confinamiento y aislacionismo por prescripción médica. Desde hace unas semanas, hemos de refugiarnos en nuestra madriguera hasta nuevo aviso, vivir entre cuatro paredes, salir – sólo - a comprar el pan, pasear al perro, ir al médico, no hablar con nadie, no ver a nadie, estar aislado y no sentirse solo. Viajar sólo cuando dormimos. Trabajar en casa, ordenar la casa, limpiar la casa, bricolaje en casa, cocinar y hornear, experimentar con nuevas salsas, recetas, postres y conservas en-la-ta-das.

Y Madrid, excepto hospitales y centros de atención primaria, se ha parado. Alrededor, todo es silencio. Y el silencio, como huella colateral de un virus, grita para hacerse oír. Y hay que escucharlo. Los que vivimos aquí, sabemos que es un bien preciado que echamos generalmente de menos. Por ello, si conseguimos en un futuro tener nuestra buena ración de silencio diaria, nuestra mente lo agradecerá.

Así que dedicamos estas páginas virtuales a la antítesis de nuestro viaje musical. No hablaremos pues de instrumentos, ni ritmos ni melodías hipnóticas. Hoy nos dejaremos atrapar por las garras del silencio. Con él viajaremos desde su creación, al principio de los tiempos, hasta este micro espacio gobernado por la nada.

OMMMMM

Según la cultura sagrada hindú, el despertar del mundo correspondió a Brahma, Dios creador. Nosotros lo llamamos Big Bang, pero en esa explosión, materia y energía se fueron expandiendo – y aún lo siguen haciendo – hasta conformar lo que hoy vemos a nuestro alrededor. Y lo hicieron, según la tradición hindú, a partir de la vibración o sonido primordial, Om.

Los shivaitas lo llevaron aún más lejos, pues según esta tradición, fue el tambor de Shiva el creador del sonido Om. De él dicen, salieron las siete notas de la octava musical india: sa, re, ga, ma, pa, dha, ni. Así que, aunque nos guste la palabra silencio, la verdad es que no está presente en la naturaleza, ni siquiera en los espacios infinitos del universo. El silencio como espejismo, como ese rumor que Simon & Garfunkel titularon acertadamente: The sound of silence.

SILENCIO EN EL ESCENARIO

Pero continuando con las metáforas, ¿cómo sonaría el silencio? En 1952, el gran músico vanguardista JOHN CAGE, llevó a cabo un experimento musical en Nueva York que iba a revolucionar los cimientos de la música, filosóficamente hablando. Estaba programado un concierto para piano en tres movimientos llamado 4,33”. En el escenario, un piano, una silla y un reloj. Cage saluda, se sienta frente al piano, abre el teclado e inicia el cronómetro. Mira a la concurrida sala. Cuatro minutos y treinta y tres segundos después, cierra la tapa del piano, recoge la partitura y sale del escenario. ¿Concierto?

En su obra, John Cage enmarca 4 minutos, 33 segundos, como el tiempo dentro de la vida cotidiana que se convierte en arte. Cage no pretende que escuchemos el silencio, el cual ya sabe que no existe. Lo que pretende es que escuchemos los sonidos que la vida nos entrega en ese determinado lugar, en ese determinado tiempo. Vida y arte se funden.

SILENCIO EN LAS CALLES

Para los que vivimos en una gran ciudad como Madrid, tenemos ahora la gran oportunidad de escuchar el silencio del sonido. Calles que siempre bullen en un atropellado ruido y que contaminan nuestra paz, son hoy manantiales de silencio y tranquilidad. Deberíamos recordar estos momentos para pedir a nuestros gobernantes que hagan todo lo posible, para que el tráfico no sea el ruido protagonista de nuestra vida cotidiana.

Pero Madrid, como el resto de este país, rompe el silencio a golpe de corazón. Sabe manifestar generosa y sonoramente, su agradecimiento a los profesionales de la sanidad que se están dejando la piel en la batalla que estamos librando. Y lo hacen de forma sencilla, con los aplausos de las 8 de la tarde. Con dos manos, chocando una y otra vez y uno y otro día. Con dos manos repartiendo solidaridad, cariño, ánimo y gratitud.

Después vuelve el silencio. Momento para meditar, para tocar cuencos tibetanos, gongs, armonios…. Tiempo para atrapar el momento silencioso que estamos viviendo, y lanzarlo con nuestro quehacer sonoro para dar gracias, para lanzar el más tierno amor de nuestro corazón a las personas que sufren. El sonido de los instrumentos sagrados llega lejos, y con él, viaja nuestro corazón.

¡Salud!

Chema Pascual 

COLABORADORES Revista Verdemente