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Bienestar y Trabajo espiritual

 

197 SEBASTIAN

Diciéndolo de modo sencillo, en el ser humano habita aquello que trasciende y pertenece a la eternidad y a lo Real, y aquello que pertenece al mundo, tiene su origen en el mundo, es consecuencia del mundo y por tanto no es Real y no trasciende.
Y si hay algo que pertenece al mundo es el ego, tal y como la llama la psicología, o el nafs como lo designa el sufismo. El ego pertenece al mundo, su origen está en el mundo y es consecuencia del mundo. Y, es necesario repetirlo, no trasciende.
El ego pertenece a la ilusión, o el maya del hinduismo, y a la muerte desaparece: es producto del mundo.
En todo trabajo espiritual y toda Vía real se contempla la “dilución” del ego, su lenta disolución hasta que es absorbido por el Ser.
Sin embargo, hasta que esa fase se completa, el ego es un instrumento imprescindible para vivir en el mundo principalmente por su vínculo con la mente y su identificación con el cuerpo. Otro debate es el de saber si ese ego controla tu vida o no.
La tendencia actual respecto al desarrollo humano es la del afianzamiento de la individualidad y del ego a través del cultivo de ciertos valores de la personalidad. Esto nace como respuesta a la vorágine sin sentido de la vida contemporánea que, literalmente, es una fuerza de demolición que destroza la autoestima y, con ella, algunas condiciones indispensables para una correcta espiritualidad. Siendo ese afianzamiento de la personalidad una respuesta compensatoria, su eficacia es solo momentánea.
Hoy asistimos a una época en la hay una ingente cantidad de terapias y prácticas dirigidas al ego. Más allá de la pregunta obvia del por qué aparecen tantas si las anteriores funcionan, queda preguntarse si existe una relación clara entre lo que muchas personas buscan y lo que las terapias ofrecen. Son muchas las personas que sucesivamente se apuntan a diferentes terapias o métodos de autoayuda pero, si se les pregunta, al final, queda en ellos un poso de insatisfacción. Una insatisfacción producida por que no hay correspondencia entre lo buscado y lo encontrado. Por eso creo que es fundamental preguntarse correctamente ¿qué quiero? El mismo término de terapia es aclaratorio y ayuda a encontrar respuestas.

Si estoy mal físicamente voy al médico a que me cure. Si estoy mal psicológicamente voy al psicólogo a que me cure. Es lo lógico y natural: esa es la función de un terapeuta. Pero si mi demanda interior pertenece a “lo eterno”, ni un médico ni un terapeuta podrán ser eficaces porque ellos solo pueden actuar en el ámbito de lo que les corresponde, aunque, si son profesionales competentes, obviamente su labor siempre será positiva.
Aquí encontramos un factor muy importante que creo que hoy ha llevado a error a muchas personas. Un terapeuta es alguien que te puede curar, hacer que tu vida sea mejor o procurarte un bienestar pero eso no tiene nada que ver con un trabajo espiritual. Un médico trabaja con lo orgánico o con la energía y un terapeuta trabaja con el ego y con la mente. Un trabajo espiritual, no; trabaja con “aquello” que trasciende, que pertenece a lo eterno.
Además es común que los llamados “buscadores” no adscritos a ninguna de las religiones tradicionales, o renegados de ellas, se apliquen en prácticas o estudios espirituales que, por lo general, obvian y olvidan algo fundamental: Dios.
Es curioso que incluso el lenguaje trata de evitar este término que es sustituido por otros muchos: principio universal, el todo, conciencia cósmica, la fuente, etc. Es claro que Dios es solo un término más -en nuestro idioma viene del latín Deus que, a su vez, es una corrupción del nombre griego que designaba a la principal deidad del Olimpo, Zeus- y que en Occidente está indisolublemente identificado con el cristianismo con todas las connotaciones que ello acarrea, pero también es evidente que dicha identificación es fácilmente asumible y superable para cualquier persona madura que sin dificultad sabrá separar a Dios de las ataduras dogmáticas de tal o cual credo.
Como ya dijo San Anselmo “a Dios no se le puede pensar”, sin embargo, antes de que surja Dios/experiencia a veces es necesario el preámbulo de Dios/idea, entendiendo bien que esta etapa es solo un tránsito al que no debe nadie aferrarse. Como toda creencia e ideación, también esta debe ser provisional.
En el sufismo se dice que la necesidad es lo que mueve a la “gente de la Vía”, la necesidad de Dios. Pero no todo el mundo tiene esa necesidad, ese anhelo de eternidad. Sin embargo, al estar insertos en el mundo de la forma y bajo las leyes de lo orgánico, todos aspiramos a un bienestar, un bienestar físico, psicológico y vital.
Y la conquista de un bienestar es algo tan legítimo como necesario. Un bienestar suficiente como para que a partir de él, los que tienen esa “necesidad” puedan iniciar la Vía.
Para ese bienestar, según las tradiciones clásicas, se requiere:
-Un cuerpo en suficientes condiciones de salud para alcanzar el mayor fruto de la vida.
-Un corazón en paz y ligero.
-Una mente clara y en calma.
-Buenas personas alrededor a las que amar y que te amen.
El logro suficiente de estos cuatro requisitos configuran el entorno idóneo para que nazca el trabajo espiritual. Y la consecución de estos cuatro requisitos forman un trabajo colosal. Un trabajo sobre el que se sustentará, para aquellos que tengan “necesidad”, un trabajo espiritual.
Para muchas personas la adquisición de estas cuatro condiciones representarían, en sí mismas, una meta. Sin embargo para ciertas personas, independientemente del grado de logro de esos cuatro requisitos, el anhelo de “lo eterno” está siempre presente en sus vidas por lo que el logro del bienestar solo será un preámbulo, su aspiración no queda satisfecha.
Para ellos es el Trabajo espiritual.
Por eso es bueno siempre preguntarse de modo sincero y profundo qué quiero: ¿la legítima y necesaria conquista del bienestar ? o ¿habita en mi un anhelo espiritual al que tengo que dar respuesta?
La respuesta sincera a esta demanda puede cambiar una vida.

Y para finalizar un cuento clásico:
Un hombre se presentó ante un maestro iluminado y le dijo:
-    Soy una persona que sufre, tengo problemas de diversa índole, hay personas que me desprecian y no soy feliz ¿cómo puedes ayudarme?
El maestro contestó:
-    Imagina que estás soñando. En tu sueño vas en barco, este se hunde y ves a personas que se ahogan. En ese momento despiertas. ¿Te volverías a dormir para ayudar a los pasajeros del barco de tu sueño?

 

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