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Dhaeamsala, el pequeño Lhasa

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Llegada a Delhi
Recuerdo bien el viaje a Dharamsala, a las enseñanzas del Dalai Lama, en uno de los primeros viajes a India. Tuve la fortuna de ir acompañado de mi amiga del alma Paloma Cristal Rojo, que desde Gijón, ha ayudado en múltiples ocasiones a los monjes tibetanos del Tour Mundial por la Paz Interior. Paloma es un ser especial, tan especial, que el primer día en Delhi logró poner su móvil en ruso, eliminando en consecuencia, la posibilidad de usarlo durante todo el viaje. 185-RAFAEstuvimos en Delhi, turisteando, conociendo el centro, en Rickshaw, siendo asaltados por miles de pedigüeños que en su día poblaban el centro de la ciudad vieja. Fuimos al memorial a Gandhi, un lugar inolvidable, con una energía sagrada, un espacio abierto en el centro de Delhi, visitado por miles de hindúes que van a mostrar su respeto a la tumba del Mahatma, esa gran alma que cambió el destino de la India y del mundo con su práctica de la no violencia.
El viaje en tren
Al día siguiente fuimos en tren a Dharamsala. Cuando viajes a India, tienes que coger sus trenes, pues te proporcionan una inmersión completa en lo hindú, sus gentes, sus comidas, su vivir, y en honor a la verdad, los trenes, funcionan bien. La experiencia es cercana, hablas con la gente, duermes en el hombro del vecino y comes si te atreves comida recién cocinada en la última parada. Desde la estación de tren aún quedaban varias horas de trayecto en coche, mucho más largo de lo que pensábamos e infinitamente más bello de lo que podíamos haber imaginado: la carretera recorre el pie de los Himalayas, nevados, y todo está verde, de ese verde esmeralda brillante que sólo hay en India.
Subiendo la montaña, finalmente llegamos a nuestro hotel y a Mac Leod´s Ganj, el pueblito que acoge la residencia oficial del Dalai Lama y que se ha convertido en el símbolo de los tibetanos en el exilio.
Dharamsala y McLeod Ganj
McLeod Ganj, es casi como un nido del águilas, en medio de un bosque de cedros del Himalaya, en lo alto de las colinas, encima de Dharamsala, rodeado de los picos más altos del macizo del Himalaya, imponente, detrás, cubierto de nieves. Hay águilas en el cielo, muchas, como en todo el resto de India, como un símbolo espiritual en esta zona de la tierra.
Impresiona mucho, mucho, ver cientos de leprosos pidiendo en las calles que llevan a las enseñanzas, sin manos, sin pies, sin orejas ni nariz, levantando sus muñones a tu paso, implorando una limosna para comer ese día. Impresiona ver a los bellos niños de piel oscura y pelo claro, de la clase de los intocables, en manadas, pidiendo para también para comer ese día. Impresiona ver largas colas de miles monjes en túnicas rojas y amarillas y cabezas rapadas. Impresiona ver la sonrisa en las caras arrugadas de los viejos tibetanos, que han cruzado a pie el Himalaya, escapando de su país.
Tuvimos la suerte de estar en un hotel bastante nuevo y amplio, algo alejado, gestionado por un hindú alto, elegante, de la casta de los guerreros, que nos acogió como hermanos y amigos.
Debo reseñar el misterio que emergió en la primera asistencia a las enseñanzas del Dalai Lama. Nos llevó nuestro amigo el gerente del hotel, pues llegábamos tarde. Fue muy curioso pasar los controles con reverencias (a nuestro guía, que debía ser un cierto personaje) y sin casi ningún control. Nuestro amigo, siguiendo las normas no escritas de hospitalidad hindú, nos hizo pasar entre lamas y rimpochés y nos indicó que nos sentáramos junto al Dalai Lama, pues en su opinión, era lo que correspondía en aquél momento. En honor a la verdad, yo no sabía como desaparecer de aquella escena que nos superaba con creces. Logré amagar la propuesta de nuestro amigo y sentarme algo alejado, relajando el ambiente que notaba algo inquieto por nuestra presencia inesperada.

Las enseñanzas del Dalai Lama185-RAFA2
Asistir a las enseñanzas del Dalai Lama en sí mismo ya es una bendición, lograr escucharlas, casi un milagro, pues la traducción va por radio FM, y entenderlas, dado nuestra escasa cultura budista, algo que iba más allá de nuestras posibilidades. Sentados en el suelo, rodeados de monjes en estado meditativo, y de tibetanos de piel curtida por el sol y el frío, empezamos a escuchar y sintonizar con las explicaciones de Su Santidad.
Las enseñanzas eran sobre las vidas anteriores del Buda, de sus vidas antes de encarnarse como Sakyamuni y alcanzar la iluminación. Hay un libro que las relata, “los cuentos de Jataka”, una especie de libro de cuentos cortos para niños, en el que cada capítulo corresponde a un episodio de una vida de buda. Se me quedaron grabados en la memoria, por misterios kármicos, la vida como ciervo Ru Rú, con su piel de piedras preciosas y que hablaba el lenguaje de los humanos, y también la historia en la que el buda, de niño, ofrece su propio cuerpo a una tigresa hambrienta para que alimente a sus cuatro cachorros, muriendo él y salvando la vida a los animales, que en vida de Buda, serían sus cuatro primeros  discípulos.
Puede que ya estuviera de traductora del tibetano al castellano Marta Saro, amiga de corazón, que está viviendo y estudiando allí y que descubrió todo aquello después de alojar en su casa de Madrid al Geshe Lobsang Dakpa, gran amigo y maestro. Este encuentro cambió su vida, pues dejó España y se fue a vivir y estudiar a Dharamsala, y allí sigue.
Maestros y EncuentrosVisitamos a Keutsang Rimpoché, del que he hablado en varias ocasiones, y que vive acogido por el Dalai Lama en su monasterio de Namagyal. Rimpoché nos preparó un encuentro con el oráculo de Palden Lhamo, y esto fue una de las experiencias más especiales que he podido vivir en el Budismo tibetano.
Palden Lhamo es un Buda, es el Buda protector del Dalai Lama y del gobierno tibetano. Es una divinidad de fuego, el equivalente de Maha Kali en el hinduismo. Tiene el poder de entrar en el cuerpo de su oráculo oficial y de responder a las preguntas que se le hagan, en una ceremonia privada y muy especial. Aún conservo el papel con las respuestas, que siguen resonando en mi mente.
Estuvimos también realizando varias koras o vueltas a la casa del Dalai Lama. Muy especial, también. Y visitamos un sencillo pero emotivo templo de Shiva! cerca de un arroyo de montaña.
185 RAFA3El Instituto Norbulingka
En la zona baja de Dharamsala, en el valle, han construido una réplica del Palacio de verano del Dalai Lama en Lhasa, y que usan como centro de arte y artesanía de alta calidad tibetana. Recuerdo especialmente ver a un grupo numeroso de tibetanos de todas las edades pintando con total concentración thangkas o pinturas sagradas, bellísimas, mientras nuestro guía nos explicaba eran tibetanos recién llegados de escapar del Tíbet, que recibían formación en este arte como terapia durante un año y para aprender un oficio también. Casi se me caían las lágrimas al escuchar lo que nos contaba el guía tibetano.
También visitamos al Karmapa, antes de nuestra vuelta de nuevo en tren, y en la litera junto al pasillo, entré en una especie duermevela consciente, en la que observaba fascinado las imágenes mentales caleidoscópicas que se mostraban en mi mente, por momentos asemejando dibujos de Walt Disney, como que si estuviera en un viaje interior, como impresión energética de las vivencias imborrables que había vivido con este pueblo único que es el pueblo tibetano, y de su espiritualidad viva y de sus maestros iluminados.

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