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Entrenarnos en lo mas natural

En esta décima entrega nos preguntamos: ¿la felicidad es el aprendizaje de la pareja? Puede que lo sea. No obstante la condición inequívoca es el CONTAGIO. Ser felices es el más benevolente de los virus. Permite dos cosas: que el amor crezca, y que la novedad sea una constante.

En la película Odett, el personaje masculino pide aprender. <<¡Quiero que me des clases de felicidad!>> Y Odett simplemente es Ella. Un personaje que llena de color y de alegría una existencia aparentemente sombría.

La Comunicación en pareja, con quien convivimos, o con cualquier persona con la que tengamos una relación de amistad, o casual, pide que tengamos sólidos tres aspectos de nuestra identidad:

1.    Conocerse de tal manera que aceptes tu tendencia a vivir, o no, con autoestima.
2.    Aceptarse hasta tal punto que sepas si eres de los que quieres que se adapten a ti, o de los que toleran.
3.    Saber si optas por tener claridad sobre tus propósitos, siendo fiel a ellos; o si varían según el momento, a cambio de lo que quieres conseguir.

Al reto de la felicidad en pareja se responde con una identidad que encuentra el equilibrio en sí misma. El bienestar deja de ser un estado efímero o circunstancial.

Veamos la felicidad como la salud. Ambas son condiciones naturales por el hecho de estar vivos, sin embargo, nuestro foco está permanentemente en lo que no está sano. Lo mismo pasa con la felicidad. Miramos lo que queremos que sea diferente, sin considerar que la felicidad y la salud ya reflejan lo mejor de nosotros mismos. La cuestión es lograr un estado mental que facilite el relacionarnos.

Suele creerse que al no entendernos con otra persona, esa falta de paz justifica la pérdida de equilibrio. ¿Acaso el hecho está reflejando el trato que me doy? La pérdida de equilibrio puede ser una petición interior para que active valores. O quizás, un aviso de que estoy rechazando actitudes propias, y la evidencia de que sólo me fijo en lo que no funciona.

La ausencia de encuentro conmigo y con mi pareja, tan propia de la pérdida de equilibrio, tiene como raíz última la culpa. A una falta de perdón por lo que uno quiere ser pero no es. De ahí que conocerse y aceptarse sea lo más evitado de esta vida.  No soportamos sentirnos culpables. Sin embargo, estamos abocados a ello en cada pérdida de equilibrio.

¿Si no me conozco qué interacción tengo? La creencia de base es que hacemos todo lo posible para comunicarnos, y que el otro nos lo pone difícil, o es malo.

Hace poco vi el documental: MARÍA Y YO, http://www.rtve.es/alacarta/videos/el-documental/ sobre la relación de un padre, dibujante de profesión, con su hija <<Marietta>>, que es autista. En este caso, la interpretación que solemos hacer para llenar los espacios vacíos de palabras, y que da lugar a sentirnos empáticos y sintonizados, sólo ocurre en una dirección. María, de 14 años, es quien marca la pauta y las normas de cualquier interacción con su entorno. Es una isla a donde a veces se llega cuando milagrosamente baja la marea.

La chica recuerda el nombre de cada una de las personas que ha visto en su vida. Su padre pone cara y forma a esos nombres dibujándoles en una libreta. Un vínculo y un canal de comunicación.

A diferencia de María, nuestro cerebro ordena el mundo que percibe bajo un criterio ya codificado. Ello facilita compartir y también vivir experiencias nuevas, siempre y cuando creemos una relación personal que nos de consistencia a partir del autoconocimiento. De lo contrario somos tan rutinarios como María. En vez del autismo, tenemos al miedo y a la intolerancia para paralizarnos en lo ya conocido.

¿Lo que hemos automatizado de nuestra identidad está a favor nuestro y de la relación? ¿Nos permite circular por una carretera de doble sentido, cuya meta es el encuentro?

Experimentamos integrados por dentro y unidos a nuestra pareja, es consecuencia de haber creado nuevos hábitos de autosatisfacción y de autoaceptación. Lograr esto puede ser el mejor de los objetivos. Facilita el milagro de la Comunicación.

Al sentirnos muy bien con nuestro propio mundo es mucho más fácil estar receptivos al mundo del otro, e incluso abrirnos a la posibilidad de ampliarlo.

En Odett, la película de este mes, -una comedia sobre la felicidad-, la protagonista se ha configurado un mundo personal que en principio pareciera utópico, sin embargo, se aproxima a las claves de autoestima, tolerancia y claridad con uno mismo, que permiten ese conocimiento y esa aceptación plena, dando lugar al Amor en relación.

Queremos indagar en ese equilibrio personal que Odett recrea con imaginación y alegría, y que permite escucharse. Nos regala una mirada pura con respecto a las intenciones propias y del otro.

Nos vemos en el Cine y también, os animo a vivir esas claves en el Taller que daré ese mismo fin de semana. La felicidad es un aprendizaje que al principio hay que entrenar, hasta maravillarnos con lo más natural: Amar nuestra identidad.

 

 

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