Buscar

Piensa mal y acertarás

 

193 DANIEL

Desde pequeños oímos de labios de nuestros padres, madres, hermanos o inclusive maestros frases que nos marcan y nos condicionan para el resto de nuestra vida. Con estas sentencias que nos han llegado en forma de consejos o advertencias vamos por la vida y nos relacionamos con nuestro ambiente, muchas veces movidos más por el miedo y los prejuicios que por el amor. Por ello decidimos proponeros esta nueva sección: a partir de este mes analizaremos algunas viejas creencias populares, desde un punto de vista espiritual. ¡Y ojalá que logremos desmontarlas!

Cuando tragamos algún alimento sin masticar es casi seguro que nos sentará mal. Pasaremos un tiempo con aquello en el cuerpo sintiéndonos molestos, nos costará digerirlo y, a la larga, tendremos que expulsarlo tras haber pasado un mal momento. Esta es una explicación simple de lo que la psicología Gestalt ha denominado introyectos: conceptos que hemos incorporado a nuestra personalidad sin haberlos analizado, cuestionado o “digerido”. Podríamos decir que es algo que me han metido y yo no he elegido, el mundo exterior entra en mí y yo me lo trago sin cuestionármelo. Lo que suele ocurrir a partir de allí es que yo cargo por la vida con una serie de conceptos aceptados sin analizar y actúo repitiendo viejos esquemas –posiblemente viejos patrones familiares- “proyectando” sobre los otros algo que en realidad es mío. Veamos un ejemplo en esta breve historia:
Luis desea montar un negocio y acaba de encontrar una persona muy preparada que puede ser una socia ideal. La conoce desde hace tiempo. Pero él “ya sabe” que las personas son traicioneras y que no se puede confiar en ellas. Su madre le había dicho desde pequeño: “piensa mal y acertarás”. Por eso empieza esta nueva relación con mucha desconfianza y poniendo a prueba la buena voluntad de la otra persona: tiene que asegurarse, no debe fiarse de las apariencias. Aunque la otra persona va dando muestras de ser confiable tras cada reto, eso solo hace aumentar la precaución de Luis: “seguro que esconde algo”. Así que, tras cada nueva muestra de confianza por parte de su socia, él le pone un reto mayor. Finalmente, su socia le dice abiertamente que prefiere no involucrarse con él, que no quiere iniciar un negocio con tantos obstáculos. Entonces Luis lo confirma: ¡su madre tenía razón! ¡No puede fiarse de nadie! Lamentablemente, Luis no se da cuenta de que ha sido él mismo quien ha provocado la falta de confianza. Lamentablemente Luis no se da cuenta de que es él quien no es digno de confianza. ¡Él se daña a sí mismo!

Piensa mal y acertarás
Cuando pensamos mal de las demás personas no acertamos, sino que nos dañamos. ¿Y qué quiere decir acertar? Acertar en la propia vida es la capacidad de vivirla con felicidad. Si yo vivo mi vida con dolor, no estoy acertando. Es cierto que algunas relaciones fallan; es cierto que algunos socios son poco fiables; es cierto que a veces hay personas que pueden decirnos una cosa y hacer la contraria. Pero cuando dentro de mí vivo en la desconfianza, en el odio, en la mentira, en poner en duda a las personas con las que me relaciono, lo que hago es romper en mi propio interior la confianza, la ternura, el amor hacia mí mismo y hacia mi propia vida. De alguna forma, cuando yo desconfío de los demás, el mío se vuelve un mundo desconfiado. Y cuando esto ocurre quien está viviendo en la desconfianza soy yo.
No es verdad que si pienso mal acertaré; cuando pienso mal yo no estoy acertando, porque lleno mi vida de dolor y sufrimiento, ¡y eso no es acertar! Acertar significa vivir la vida de forma en que yo sea feliz.

¿Y cómo podemos acertar?
Acertaremos siempre que pensemos que los demás hacen lo que pueden. Siempre que pensemos que los demás tienen sus razones para actuar. Acertaremos cuando comprendamos que, mientras los otros hacen lo que pueden, yo desearé que sean felices. Pero ¿y si tú me decepcionas? ¿Si haces una promesa y no la cumples? ¿Y si eres una socia y, finalmente, no nos entendemos? Obviamente me protegeré y actuaré con una cierta prudencia para que eso no me perjudique, pero no te odiaré por ser como eres. Seré sabiamente prudente y abierto a la vez. No pensaré mal de ti creyendo que así acertaré. Al contrario, pensaré bien de ti y, entonces, sí que acertaré.
Porque si yo pienso mal de ti y desconfío de todo, mi mundo interno se llenará de desconfianza. Estaré construyendo un mundo de desconfianza.
Por eso debo pensar siempre dos cosas: primero, que todas las personas actúan creyendo que su forma de actuar es adecuada; y segundo, desearles que sean felices. Porque lo que yo hago con los demás me lo hago a mí mismo y por lo tanto estaré pensando siempre de mí y de mi vida que hago lo posible y que me deseo ser feliz. Y ahí sí que acertaré.

Construir con bases sólidas
Pero ¿y si me estafan? Una cosa es ser espirituales y bondadosos y tener el corazón abierto, saber que los demás actúan tan bien como pueden, y otra distinta es no ver las señales. A pesar de que tengamos que tener una actitud abierta, debemos tener sabiduría. Y saber que, sin desconfiar, debemos relacionarnos con los demás sin poner en riesgo las cosas en los puntos donde puede haber peligro. Es decir, igual que cuando yo construyo una casa me fío de los materiales que uso y aun así llevo casco y procuro poner los andamios y cumplir con las normas de seguridad… del mismo modo cuando me relaciono con los demás pienso que ellos hacen lo que pueden y que les deseo que sean felices. Si me asocio con alguien, debo firmar un contrato generoso, pero legalmente sólido que nos proteja a ambas partes en caso de dificultades.  
Cuando me relaciono con el mundo con sabiduría y, a la vez, soy capaz de leer los signos o las señales que me dan para ver si el edificio que estamos construyendo es sólido, si el cemento armado ya ha fraguado y podemos construir otro segundo piso, o si resulta que el cemento era defectuoso y no fragua. Pero si no fragua no debo pensar mal de la persona, sino simplemente que: “esta persona no fragua, no es sólida, con esta persona yo no me entiendo”. Y poner sabiduría, separándonos y deseándole lo mejor.
Piensa mal y fallarás, porque tu vida se llenará de dolor. Piensa bien de los demás y acertarás, porque tu vida se llenara de bienestar.

Ejercicio de verificación: ¿Cómo lo comprobamos?

Comprueba que cuando desconfías de los demás la persona que vive en desconfianza eres tú. Comprueba que cuando no te fías de los demás, actúas de forma que despiertas en los otros ausencia de confianza. Comprueba que cuando no deseas al otro lo mejor, dentro de ti hay odio y eso significa que tu vida se llena de dolor y se llena de odio. ¡Verifica que eso no es bueno para ti!

Ejercicio práctico: El baúl de los recuerdos
Vamos a pedirte que mires para atrás y recuerdes aquellos momentos, personas o si-tuaciones que te hayan causado dolor. Te animamos a preguntarte lo siguiente:  
1 - En realidad, la persona que actuaba, ¿pensaba que lo estaba haciendo bien aunque estuviera equivocándose? ¿Buscaba un bien aunque fuese su único placer o seguridad? ¿Lo hacía aunque eso supusiese mi dolor? ¿Puedo darme cuenta de que el otro estaba maltratándome para defenderse, para defender sus necesidades, su mezquindad o lo que sea, es decir, actuaba buscando su propio bien?
2 - ¿Puedo darme cuenta de que me faltó sabiduría para ver los signos?
3 - ¿Puedo darme cuenta de que gracias a esta persona he aprendido algo que no volverá a repetirse? ¿Me atrevo a aprenderlo?
4 - ¿Puedo bendecir a esta persona y a esta circunstancia porque sin ella no lo hubiera aprendido?
5 - ¿Puedo ya pensar bien de esa persona y llenarme por lo tanto de paz?

 

Tagged under: Ramiro Calle

COLABORADORES Revista Verdemente