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Los tres accesos

187 SEBASTIAN

 

Dentro de la gnosis cristiana siempre se habló de tres formas diferentes de vivir y percibir la religiosidad, cada una de ellas en sintonía con distintos tipos de personas y en función de sus necesidades espirituales. Son la de Pedro, la de Juan y la de Santiago. Estas son sus características.
La de Pedro es la que se expresa en el ritual, en el dogma, en la estructura, en un sistema moral e ideológico con su propio material de símbolos y tradiciones. Suele ser litúrgica y solemne y requiere un utillaje que va desde las vestimentas y utensilios hasta los elementos propios de su teatralización ceremonial. Es muy jerárquica y comporta reglas y pautas así como recomendaciones y prohibiciones en distintas áreas vitales. Mentalmente actúa proporcionando al participante un vasto sistema de creencias suficiente para dar respuesta intelectual a preguntas de tipo existencial en su propio marco cultural. En lo emocional suele resultar satisfactoria en tanto la praxis del ritual y el cumplimiento de prescripciones provea escenarios benéficos en ese ámbito al participante. Asimismo contempla la devoción y sacralización de personas, textos, lugares, símbolos, etc.
Su acción es limitada en el crecimiento espiritual real ya que no actúa sobre la base más profunda del ser humano pero sirve como puerta de acceso a niveles superiores. Es útil pues muchas personas encuentran aquí un confort y bienestar suficientes sin pretender ni necesitar requerimientos ulteriores. Sin embargo otras quedan atrapadas en la confusión y desencanto que suelen acompañar a estas prácticas pues muchos de ellos intuitivamente aprecian la distancia que existe entre lo que estos sistemas ofrecen y lo que proporcionan verdaderamente. En su parte más negativa se muestran con exceso de rigor, intolerancia y dogmatismo.

La de Juan es la de la mística y la profética. Ascesis, soledad, silencio, sobriedad y alejamiento del mundo, no necesariamente prolongado, forman sus escenarios principales.
El resultado suelen ser estados místicos no permanentes que permiten a veces el vislumbre de la realidad. Entendiendo como “makan” la estación o estado espiritual al que un ser humano ha llegado y habita de modo permanente, los que participan de estas experiencias alcanzan estados espirituales superiores a su “makan” a los que acceden por voluntad de Dios y de acuerdo a su sinceridad. En otras épocas y situaciones se utilizó el sucedáneo de la ingesta de sustancias que provocaban artificialmente estados de conciencia alterados. Asimismo se acompañaban de prácticas, habitualmente con música y movimiento, que ayudaban al participante a alcanzar estados semi-extáticos que también permitían confusos y forzados vislumbres de la realidad que en la mayoría de las veces se tornan insalvables obstáculos en la vía espiritual.
El “regreso” al mundo suele ser duro así como solventar las tentaciones inherentes al contacto con estados superiores ya que se confunden estados espirituales con estados emocionales o con estados mentales alterados. Existe también la tentación de considerar la experiencia como excepcional y privilegiada o por considerarse ellos mismos como excepcionales y privilegiados. Otro elemento nocivo es el exceso de rigor o de complacencia con el cuerpo a veces alternando uno con otro yendo desde la satisfacción sensorial hasta la ascesis. No suelen aceptar jerarquías ni disciplina y su parte más negativa es aquella que tiene que ver con la suposición de que en el psiquismo hay algo espiritualmente valioso. El exceso de emocionalidad también suele ser frecuente. Sin embargo, para muchos es una puerta válida, aunque difícil, al verdadero crecimiento espiritual. A veces porque perciben intensa y sinceramente la llamada de Dios como es el caso de los grandes místicos y profetas que conocemos. A veces la insatisfacción inherente a estos estados procura una mayor necesidad a la que hay que dar respuesta.
La de Santiago es la vía iniciativa que basa su trabajo en dos pilares. El principal se refiere al hecho de que se dispone del “alimento espiritual” de la Gracia. El segundo es que se acompaña del conocimiento de un proceso preciso que provoca el crecimiento espiritual en lo Real. A este proceso se le ha llamado “La Vía” o Camino.
Respecto a la Gracia, esta es puesta a disposición del discípulo por un Maestro Viviente con conocimiento real. A veces, la deja operativa en una Orden “viviente”. Una vez en disposición de esa nutrición, viene la práctica precisa que ayuda al siguiente proceso: “despertar” de los órganos de nutrición; absorción de la misma y su metabolización y consecuente incorporación en la naturaleza humana favoreciendo su crecimiento.
Este proceso provoca el crecimiento espiritual siendo esta palabra, crecimiento, la más exacta a la hora de definir este trabajo iniciático al cual, siempre como fruto, acompaña el conocimiento que comienza a poder ser reconocido según el principio de que solo el conocimiento reconoce el conocimiento. Hay que insistir en que se habla de un crecimiento real, es decir, que participa la parte orgánica del individuo, su carne y su sangre.
La palabra iniciático se refiere al inicio en esta vía pues el crecimiento espiritual, al igual que el crecimiento físico, sigue un orden que es también preciso y se puede contemplar en etapas al igual que la niñez, pubertad, juventud, edad madura, etc. Son pues etapas reconocibles en un recorrido reconocible. Los factores básicos de partida son la libertad, la sinceridad y la inocencia; luego se va alcanzando el abandono, la intención y el recuerdo junto a la comprensión del servicio y la sencillez de mente y vida.

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