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666: El número de la codicia

190 SEBASTIAN

Desde 1992 no hay un año en el que, por un motivo u otro, se nos recuerde que estamos a las puertas del Apocalipsis o, lo que es peor, a las puertas de la destrucción de la especie humana. A esta obsesión apocalíptica se han sumado con entusiasmo diversas corrientes “conspiranóicas”, cuando no han sido estos conspiradores los artífices de esos “fines del mundo inminentes”. Obviamente el libro del Apocalipsis y el pasaje del mítico “666” es uno de los favoritos.  
Todos conocemos las especulaciones que durante siglos se han elaborado en torno al apocalíptico número 666 también llamado el “número de la bestia” y dado que las profecías apocalípticas cada poco tiempo toman un protagonismo más relevante en ciertos sectores sociales más sensibles al miedo o más inseguras, vamos proponer una lectura diferente, pero claramente coherente con la realidad actual, del famoso pasaje bíblico de “la bestia” y el 666.
El archiconocido pasaje del Apocalipsis está en 13, 18 y dice así: “Aquí esta la sabiduría. El que tenga inteligencia que calcule el número de la bestia, porque es número de hombre. Su número es 666 “.
Es destacable que precisa el dato de que es “número de hombre”, es decir, que parece referirse a algo muy propio de la naturaleza humana y por tanto alejada de otras interpretaciones más sofisticadas.
Quien conozca un poco la Biblia sabrá que las referencias cruzadas internas del texto son numerosas a pesar de que sus distintos libros hayan sido escritos en épocas y lugares muy distantes entre sí.
Por este motivo vamos a citar ahora este otro pasaje mucho menos conocido que se encuentra en Paralipómenos 9, 13 que dice esto:
El peso del oro que cada año llegaba a Salomón era de 666 talentos de oro, fuera del que recibía de negociantes y comerciantes, de todos los reyes y gobernadores de la tierra que recaudaban oro y plata para Salomón”.
Dado que un talento de la época equivalía a 34 kilos, lo que recaudaba el sabio Salomón no estaba nada mal: 22 toneladas de oro anuales.
Por poner una referencia actual, si usted quiere comprar en el mercado oficial un kilo de oro debe de preparar unos 37.000 euros, más o menos.
A estos precios de hoy, el señor Salomón ingresaba en oro 838 millones de euros anuales, lo que para la época resultaba ser una cantidad mucho más escandalosa que hoy. Posiblemente Salomón era un sabio, pero si hacemos caso a este dato bíblico, de lo que no hay duda es que era muy rico.

EL APOCALIPSIS DE ISRAEL
El libro del Apocalipsis, atribuido al apóstol Juan, fue escrito aproximadamente cien años después de la muerte de Jesucristo y es más que probable que Juan conociera los textos bíblicos de Antiguo Testamento como el citado. Es curioso que la acumulación de riquezas salomónicas desemboca en la muerte del rey sabio, en la ruina y partición de su reino, es decir, en el fin de Israel. Lo primero que ocurrió fue la división de las 12 tribus. La separación de las diez tribus del norte del reino de Israel- las luego tribus perdidas- de las otras dos tribus, de Judá y Benjamín del reino de Judea que acabó con el exterminio de la tribu de Benjamín a manos de la de Judá y, por tanto, la presencia ulterior en la historia de una sola tribu de las doce: la de los judíos. Y así hasta hoy. No es extraño que si Juan quiso enfatizar el poder destructivo de la Bestia/Codicia se remitiera al episodio bíblico recaudatorio del oro salomónico tomando como referencia la cifra de 666 para advertir a las generaciones futuras de cómo la elegida, protegida y fuerte Israel, pasa en pocos años a ser una nación dividida, perseguida, dominada y sufriente.

LA BESTIA
Para muchos, si efectivamente hay una bestia hoy absolutamente insaciable, es la de la codicia ilimitada, y si hoy existe un dios al cual se le sacrifica todo es el oro (dinero). No es algo nuevo, lo único que ocurre es que ahora, según Juan en el Apocalipsis, el dragón (el poder)…”diole el dragón (a la bestia) su poder, su trono y una autoridad muy grande”. Y añade Juan.
“¿Quién podrá guerrear con ella?” y sigue: “Y le fue concedida toda autoridad sobre toda tribu y pueblo y lengua y nación”.
No hace falta ser un genio en el arte interpretativo de textos. Dragón y bestia bíblicos pueden ser sustituidos por los términos poder y codicia.
Dice El Corán que “Dios está más cerca de ti que tu propia yugular”. Tal vez la verdad de las cosas esté más cerca y sea más sencilla de ver que todo un revuelo de conspiraciones tal vez nacidas con el propósito de procurar la distracción sobre lo evidente. Pero cada vez hay más voces que se suman a la del profeta San Juan. Historiadores, economistas, sociólogos, historiadores, psicólogos o filósofos nos advierten hoy de lo mismo: la codicia ilimitada gobierna el mundo y todo se puede cuestionar o debatir menos el poder del dinero.
Las conspiraciones llevan aparejadas la tranquilidad de echar balones fuera y dejar toda la culpa a otros. Es cierto que hay que diferenciar al autor del delito del cómplice por omisión. El poder de la codicia sabemos que se sustenta en la injusticia planificada, pero no es menos cierto que necesita cómplices o, al menos, de un buen número de gente que mire para otro lado bien por comodidad, bien por sumisión, bien por alimentar su propia codicia, bien por todo ello junto.
Para terminar, reproduzco otro pasaje del mismo texto: “…e hizo que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se les imprimiese una marca en la mano derecha y en la frente, y que nadie pudiese comprar ni vender sino el que tuviera la marca…

Está claro que lo de “comprar y vender” se refiere nuevamente al dinero, pero lo que no aclara el profeta es que los marcados por la bestia lo serán aceptándolo mansa y sumisamente o se rebelarán ante esa marca.

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