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Nepal, Lumbini y Katmandú

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Nepal es divino, fue la cuna del Buda Sakyamuni hace 2.500 años; es un bello país recogido en los valles al pie de los Himalayas, un destino único, agraciado por la naturaleza, que aún conserva sus raíces, pleno de lugares míticos, valles mágicos y montañas sagradas, con una gente amable y una sociedad que mantiene bien nutrido el árbol de su cultura budista.
Nepal es también un destino habitual de hippies y turistas, cada vez más frecuentado por los amantes del trekking; Nepal, además, es paso obligado antes del Tíbet. Visité Nepal en tránsito hacia Tíbet, hace bastantes años, en mi primer viaje a esa zona del mundo. Fue una experiencia apasionante e intensa, que coincidió con una gran revuelta social en este país, y que dejó una marca profunda en mi memoria.
Lo que desconocía hasta hace muy poco, es su importante historia y mitología: además de su belleza paisajística, con los Himalayas al fondo, y de la amabilidad de su gente y de la buena oferta turística, hay un Nepal sagrado y poderoso, muy atractivo para el viajero espiritual.

De Venarés a Lumbini
Debo reconocer que mi experiencia en Nepal fue limitada, pero muy, muy intensa, de hecho formó parte uno de los viajes más tremendos que realicé, el primero con mi maestro y un grupo de amigos por esa zona del mundo.
Partimos de Benarés, Varanasi, y ya se mostraban signos de lo intensa que sería la experiencia, pues uno de los participantes casi enloqueció y tuvimos que dejarlo allí, en la ciudad de Shiva, recuperando la cordura perdida, casi abandonado a su mal karma.
El día de partida, nuestros amigos de la agencia de viajes Tibetana, nos dieron otra sorpresa: “no había billetes de avión” para todos, y que el único modo, era ir en bus. Bueno, cruzar India en minibus, realmente una bonita experiencia, para descubrir los bellos paisajes de cultivo y rurales de India. De nuevo esa inmersión en India profunda, dónde no hay tiempo, y la gente pasea junto a la carretera por campos de cultivo milenarios, siempre verdes y que emanan la belleza de la naturaleza y la vida y del misterio. Sorprende la belleza inabarcable de los campos de India, y para mis ojos de viajero hispánico, la sobreabundancia de agua y de gente.

Pero la sorpresa mayor fue llegar al Nepal, con una cola de varios kilómetros de camiones parados, que sorteamos milagrosamente y la noticia que la frontera estaba cortada por huelga. Logramos que nos dejaran entrar, creo que haciendo cierta donación al amable guardia de fronteras, y cruzamos en rickshaw el puesto de control, cada uno con su maleta a cuestas. Era cómico cuanto menos.
Llegamos por los pelos al aeropuerto cercano, para tener noticias que el avión de la tarde no llegaría, por la famosa huelga nacional. Y allí estábamos, en medio de la nada, totalmente perdidos: por la providencia divina encontramos un hotel cercano y nos informan que nos encontramos en Lumbini, la ciudad que vio nacer a Buda. Esto sí que fue una maravillosa noticia: que por azar del destino habíamos llegado a Lumbini y además, debíamos quedarnos allí un día.

Lumbini, el lugar de nacimiento del Buda
Así que organizamos una visita a la zona sagrada, en el amanecer siguiente, lo que constituyó una memorable experiencia, en la que meditamos en los lugares sagrados y paseamos por los viejos templos. De nuevo los amables nepalíes, nos dejaron pasar cuando cortaban la carretera por temas de manifestaciones suyas contra el gobierno.
Los Nepalíes son amables, siempre sonrientes, y es muy distendido pasear y conocer sus ciudades y país, muy diferente a India. En India pierdes la individualidad, lo cual te acerca a la experiencia del Nirvana, y eres traspasado por los olores y la experiencia “India”, que no deja indiferente: la amas o la odias. En mi caso, caí rendido a la magia y misterio de la gran madre India. Pero es un plato fuerte, como las comidas hindúes; así que el viajero disfruta del contraste al llegar a Nepal, con más espacios, menos gente, una experiencia suave y amable que se valora y aprecia.

Katmandú
El vuelo de Lumbini a Katmandú es un placer para los sentidos, y una cierta experiencia similar a la ruleta rusa, pues volamos en viejo avión de hélices, muy181 RAFA2 cerca del suelo, así que íbamos viendo el precioso paisaje de los valles de los Himalayas y simultáneamente, rezando para evitar el trágico desenlace que imaginábamos sucedería a continuación.
Felizmente llegamos a Katmandú, una gran ciudad, en un impresionante valle al pie de los Himalayas. Es un lugar mítico para hippies y trotamundos, dónde la marihuana crece salvaje en todos los jardines públicos y colinas. Nosotros llegamos en un día de huelga, con calles cortadas, neumáticos ardiendo y policías corriendo detrás de los manifestantes, pues era el año en el que derrocaron al rey.
Así que por fin llegamos a nuestro hotel, y allí estábamos, recluidos, sin poder salir, con el país sumido en una huelga contra el gobierno y en un toque de queda. Una muy loca amiga decidió que podíamos visitar la ciudad metidos en el autobús que llevaba al aeropuerto a los turistas que podían marcharse del país. Y sin pensarlo más, ni mejor, nos montamos en el bus, de cristales rotos por los palos de los huelguistas, rodeados de guardias armados con ametralladoras, escoltados por una tanqueta y pasando controles de seguridad cada quinientos metros. Se nos ocurrió bajarnos cerca del barrio tibetano, pues nos habían comentado que esta comunidad estaba tranquila.
Sólo que había una gran manifestación entre nosotros y nuestro destino de calma tibetana. Y sin más, nos pusimos a cruzarla, y de nuevo, gracias a la buena fortuna, los siempre amables Nepalíes nos dejaron pasar, mientras dejaban de golpearse con la policía. Pasado este incidente, llegamos al barrio tibetano, y a la profundamente bella estupa de Boudhanat, lugar sagrado y mágico, dónde los haya, mil veces recomendado.

Boudhanat, la estupa Sagrada
Disfrutamos de una tarde inenarrable mezclados con los tibetanos, subiendo a la estupa, rodeándola, tomando fotos, saludando, meditando, asombrados por la belleza y misterio que envuelven a la estupa de los ojos del buda y del barrio tibetano que la rodea.
Y curiosamente, para más vueltas del destino, comentar que años después, encontré en otros viajes a Ahbay Rimpoché, con el que me une una extraña relación, pues siempre que pienso en él, acaba llamando por teléfono. Resulta que Ahbay Rimpoché, amigo por los azares del karma, en su vida anterior, fue el encargado del Dalai Lama para restaurar la estupa de Boudnanat. Y el monasterio Samtenling que está muy cerca, y sus monjes Gelupa, a quienes también hemos ayudado en alguna ocasión.
Boudhanat es uno de esos espacios sagrados en los que parece que el tiempo no pasa, y la sensación de bienestar es apabullante. Cuando paseas por la estupa de los ojos de Buda, es como si hubieras vivido allí en incontables vidas pasadas y fuera como volver al pueblo de los abuelos y recuperar la luminosa infancia perdida.

Swayambhunath, el templo de los monos
Es imprescindible y único, visitar, pasear y meditar en la colina del templo de los monos. Curiosamente, iré con un grupo en las navidades de este año, a un monasterio de monjas tibetanas, que de nuevo, en un golpe de fortuna, he tenido la oportunidad de contactar. Así que estoy preparando un mágico viaje a Nepal, para las navidades de 2014, con una amiga tibetana, que habla español y que fue monja en el monasterio en la colina de los monos de Katmandú.
La primera vez que visité Katmandú fue en ruta al Tíbet, a Lhasa, así que en el próximo artículo, describiré algunas de las impresiones de nuestro viaje al Tíbet

Y mucho más
En el valle de Katmandú es obligado visitar  Patang, Bhaktapur, Parphing y Namo Buda.
Una de las tradiciones que llaman la atención en Katmandú, es la de la niña Diosa o Kumari, niñas que reconocen como encarnaciones de la diosa Durga, la consorte guerrera de Shiva. También los gaths de cremación, para recordarnos la impermanencia.
Katmandú también es un gran zoco, ideal para realizar compras compulsivas de la mano de nuestra personalidad occidental, gobernada por el ego del consumismo.
Visitar Pokhara, al pie de los Himalayas, y Narayanthan, lugar mágico dónde se sanan las afecciones de la piel por los Nagas o espíritus del agua que lo habitan. Para los interesados en el hinduismo, visitar Narayangarh, dónde Valmiki escribió el Ramayana, la gran epopeya de Rama, avatar de Vishnu y su lucha contra el demonio Ravana, de Sri Lanka.

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