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Descubrir quien soy a través de lo que no soy

179 MONTSE SIMON

Esto le he hecho yo”, “yo pienso que...”, “yo tengo razón”, “esto es mío”, “eso sólo me pasa a mí”... Cada día en las conversaciones y en los pensamientos hacemos referencia a algo que denominamos “yo”, ya sea empleando directamente el término o haciendo referencia a él, ya sea por posesión, o por el efecto que sufre de alguna acción. Pero ¿qué es exactamente eso que llamamos “yo”?, ¿qué realidad o consistencia tiene?
Cuentan que cuando María J. llegó a las puertas del cielo una voz le preguntó quién era a lo que ella respondió con nombre y apellidos: “Soy María Jiménez Fernández”. La voz dijo entonces: “No he preguntado por tu nombre ni tus apellidos sino ¿quién eres?”. La mujer respondió entonces “Soy María, la mujer que vivía en la Vera, ese pequeño pueblecito en Cáceres, en España”, denuevo escuchó la voz que decía “No he preguntado dónde vivías sino ¿quién eres?”. María J. recurrió entonces a sus virtudes y buenas obras confiando en que eso complacería al que lo escuchase: “dediqué muchos años de mi vida a acompañar enfermos y personas necesitadas. Fui enfermera, estuve casada con Enrique, tuvimos tres hijos y cuidé de ellos con todo mi amor...” La voz se escuchó de nuevo: “No te he pedido qué es lo que hacías sino ¿quién eres?”. María intento dar algunas respuestas más acerca de sí misma, pero ninguna respuesta se ajustaba a lo que le pedían hasta que finalmente la voz dijo: “parece que no aprendiste lo más importante, así que deberás regresar de nuevo a la Tierra hasta que descubras quién eres, sólo entonces se te abrirán las puertas del cielo.” Y así fue como María J. regresó a la Tierra con otro nombre y otra forma para descubrir quién era en realidad.

Saber quién somos más allá de nuestro nombre, nuestra apariencia, nuestro lugar de residencia, nuestras acciones, nuestras alegrías y sufrimientos etc. es tarea ardua. Sin embargo, si descartamos todo lo que no somos, podemos encontrar lo que somos. Esta es la propuesta del advaita vedanta, la tradición no-dualista que interpreta los textos de conocimiento de los Vedas, a saber, las Upanishads, como un mensaje de que nuestra esencia y la esencia última del universo es una y la misma.
La propuesta de esta escuela pasa por considerar que aquello a lo que nos referimos como “yo” está formados por cinco capas y, sin embargo, si lo analizamos con detalle nos daremos cuenta que no somos ninguno de esos envoltorios.

El primer envoltorio es el cuerpo físico, hecho de alimento, de materia. Sé que no soy este cuerpo porque puedo observarlo como distinto a mí, “yo” observo este cuerpo por tanto “yo no soy el cuerpo físico”.
El siguiente envoltorio es el de la energía vital, el de la respiración. También sé que no soy la respiración, porque la puedo observar y por tanto debo de ser algo distinta de ella.
El tercer envoltorio lo constituye la mente. La mente está llena de pensamientos, de dudas... Su función es recoger datos y ponderarlos. Sin embargo, si observo atentamente puedo tomar conciencia de esos pensamientos, los puedo ver y observar. De modo que “yo no soy la mente” porque puedo observarla, puedo ver sus movimientos.
El cuarto envoltorio es el del conocimiento, el intelecto, o la mente sutil. En ella se producen las decisiones que nos permiten conocer algo y está muy ligada a la anterior. Tiene que ver con el órgano de la determinación. Por ejemplo, si se acerca alguien la mente lo registra y comienza a recopilar información y es el intelecto, la parte más sutil de la mente, el que determina finalmente quién es esa persona.  Pero una vez más, puedo observar esa decisión, ese juicio, de lo cual se desprende la conclusión  que “yo no soy el intelecto”.
Finalmente, el envoltorio de la dicha es el que se manifiesta cuando dormimos profundamente y ni siquiera estamos soñando o también en los momentos en que nos sentimos felices. Cuando estoy dormido, no puedo darme cuenta de esa dicha pero sí que al despertar puedo decir “qué bien que he dormido”. Este envoltorio está ya muy cerca de nuestra verdadera naturaleza, lo único que puedo observarla como algo impermanente, ya que cada mañana me despierto y pierdo el contacto con esa dicha. O me siento feliz por un momento porque por fin he conseguido mi te, pero pierdo de nuevo esa dicha al instante siguiente en que comienzo a pensar, por ejemplo, en todas las cosas que tengo que hacer hoy.

Si envoltorio a envoltorio veo que yo no soy eso, entonces ¿qué soy?, ¿quién observó cada uno de los envoltorios? A uno le dan ganas de volver  a responder “yo” y sin embargo ese “yo” ya no es el mismo que el de “yo soy esto, yo soy aquello, yo pienso..., yo tengo...., yo hago....
El “yo” que observa el cuerpo, la respiración los pensamientos, etc. es nuestro ser más auténtico, sin él no existiría la construcción del “yo” identificado con la personalidad. Es la Consciencia que penetra el universo, la que conoce a través de nuestros sentidos, la que respira a través de nosotros y a la vez nunca es afectada por el cuerpo, la respiración, las emociones, el intelecto...
No se puede hablar de esa Consciencia, porque incluso el nombrarla es intentar ponerle una etiqueta que se le cae puesto que es innombrable, puesto que no tiene forma y cualquier cosa que digamos de ella, de ese “yo” testigo es como intentar atrapar el aire con la mano.

Lo mejor que puedo proponerte es que tú misma hagas el ejercicio de observar tu cuerpo y darte cuenta de que puedes observarlo como si fuese un objeto externo a ti y, por lo tanto, no eres ese cuerpo y cuando eso sea claro para ti, procede entonces a hacer lo mismo con la respiración y así sucesivamente con cada uno de los envoltorios. En el envoltorio final, cuando sientas dicha, date cuenta de que puedes observar ese instante de dicha y permítete sentir lo que hay justo detrás de esa dicha momentánea.

 

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