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Entrevista al Nora Rodríguez. Educar para la Paz

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La Educación de nuestros hijos supone una de las decisiones más complejas que tenemos que tomar en nuestra vida. Un tema que además en estas fechas supone un quebradero de cabeza, en muchas ocasiones. De ella dependerá una parte de la vida de unas personas en desarrollo. Vivimos en una sociedad profundamente competitiva que fomenta la insolidaridad, la exclusión y el egoísmo ¿Existen otras formas de educación posibles, más integrativas y capaces de generar en las aulas ambientes más tolerantes y colaborativos entre los alumnos? ¿Serán estas condiciones un problema para la gestión de la vida de nuestros hijos? De todo ello hablamos con Nora Rodríguez.

¿Quién es Nora Rodríguez?

¿Me pides que me defina? Pues lidero temas de innovación y transformación educativa. Veo claramente, y lo he comprobado desde hace más de 30 años, que hay que educar desde otro lugar. Debemos educar seres humanos que perciban que ellos pueden transformar la realidad del colegio, del barrio, de su ciudad… -Además hoy esta necesidad es mayor. Los nuevos tiempos indican que los niños y los adolescentes deben aprender mediante aprendizaje con proyectos. Pero de proyectos transformadores, y desde ese lugar trabajar todas las asignaturas. No hay otra salida para sacar a las nuevas generaciones del lugar pasivo en el que los ha colocado la tecnología.

¿La escuela fue para ti el comienzo de un nuevo principio… ¿Por qué??

Trabajar en una escuela en un contexto vulnerable de la Patagonia, cuando recién acabé mi carrera fue como caer de bruces en la realidad Había que crear para casi 50 niños de entre 3 y 5 años, programas de aprendizaje para sus diferentes edades. Pero lo más importante era que, al mismo tiempo, había que proporcionarles un estilo de educación que en su familia a menudo no encontraban. Lo que entonces no sabía era que la vida en esos momentos me estaba dando el privilegio de descubrir de primera mano que educar era un acto increíblemente empático, de vínculos en el aula, amoldable, en el que todos podemos sacar lo mejor de nosotros mismos, si nos dejan mostrar lo que nos hace humanos: la capacidad de ayuda mutua, de ser altruistas, empáticos, generosos, amables… Ahí está el motor para los aprendizajes y los proyectos.

En esa primera experiencia señalas tu preocupación por mantener la atención de los niños, y la dificultad para encontrar nuevas técnicas de investigación o experimentos para mantener su atención y su motivación ¿a qué lo achacas?

A que educamos para que aprendan cosas que dejan de lado el cerebro social, las capacidades que los permiten vivir el grupo, las que nos permiten ver que nuestro bienestar no está reñido con el bienestar de los demás. Mira esta experiencia. Niños de 4 años. Durante tres meses se colocó en las mesas en las que su ubicaban 6 niños un recipiente con 12 lápices nuevos de colores. En tres meses se rompieron alrededor del 30%, pero no se perdió ninguno. Luego se cambió el experimento, se le dio a cada niño una caja con tres lápices de colores. En dos semanas habían desaparecido más de la mitad. Cuando era de todos, estaban atentos para guardarlos en el recipiente, incluso los que sabían contar controlaban que estuvieran todos. Los seres humanos estamos más atentos cuando sentimos que pertenecemos a un grupo, no cuando estamos solos.

Señalas la necesidad desde y al corazón, y subrayas la equivocada idea de la infancia como un periodo de felicidad “per se”, ¿no crees que esta última, la que considera la infancia un periodo de beatitud es una posición cómoda y egoísta pensada para ir educando en el comportamiento egocéntrico y asocial? 

Sí, hay algo de comodidad por parte de los adultos, pero también de desconocimiento. Por ejemplo, los niños a las dos horas de nacer ya conectan con la persona que les cuida, o que los padres y los docentes son responsables del diseño del cerebro de los niños, porque en cada aprendizaje, en cada experiencia, la plasticidad neuronal hace que el cerebro biológicamente se modifique. Y ello, sin contar que los seres humanos con 6 meses tenemos indicios de sentido ético, o que a los 18 meses somos increíblemente altruistas.

237 ENTRE 2¿Podemos considerar al sistema educativo tradicional como un modelo que favorece la insolidaridad? ¿Por qué?

Porque va en contra de lo que somos, de los que traemos como seres humanos. Está comprobado que las tendencias altruistas sobre los 6/7 años tienden a desaparecer. Porque la escuela premia y promueve el reconocimiento individual, casi siempre mediante notas, sin usar otros recursos que favorecen el deseo de ayudar y aprender en grupo.

¿Por qué escribes Educar para la Paz? 

Porque la única manera de prevenir el bullying es potenciando aquello que somos. Las neurociencias han demostrado que si los seres humanos hemos llegado hasta aquí como especie, es porque nos hemos cuidado unos a otros. Tenemos un sistema nervioso y un cerebro diseñado para cuidar del grupo, para conectar con los demás desde el bienestar. Estamos biológicamente preparados para la bondad, pero se enseña a competir y a ser individualistas para alcanzar el éxito académico. Hoy el éxito académico requiere de buenas personas. Se puede aprender teniendo en cuenta a los demás, buscando el bienestar de los demás. Yo no puedo ser feliz independientemente de los demás. Ahí está el objetivo del libro: demostrar que la generosidad, la empatía, el altruismo, etc, constituyen una parte esencia de los que somos, que está en nuestros circuitos. Así que mi trabajo ha sido en este libro mostrar cómo potenciarlo...

Eres una firme defensora de generar la independencia desde edades tempranas y de la toma de conciencia de los niños de ellos mismos. Uno de los momentos claves para ti es la preadolescencia entre 10-13 años, ¿qué nos puedes señalar sobre este periodo de la vida de una persona?

No es tan así. Los seres humanos hasta los tres años necesitamos ser dependientes. Que nos dejen ser dependientes, para luego poder alejarnos sin problemas de nuestra central de afecto y alimentos. Aquí hay dos temas interesantes. Uno, que no se trata de estar apegados todo el día hasta que el niño cumple tres años, sino de permitir que sea dependiente. Dos, alejarse de las modas baratas de que tienen que ser dependientes con dos años. A partir de ahí la preadolescencia, que en las niñas se inicia alrededor de los 9 años. Más que hacer hincapié en la independencia es ayudar a los padres a que cambien el lugar desde el que educan, pero sin dejar de poner límites. Sus hijos no saben más porque manejan como nadie la tecnología. Tampoco hay que dejarles hacer lo que hace la mayoría. Hay que ayudarlos a que perciban que están pasando por una época de cambios, también psicológicos. Explicarles lo que pasa a esta edad en su cerebro, por ejemplo...

¿Qué es lo que te gustaría desterrar de las escuelas?

Sin ninguna duda, los sistemas de exclusión. Por comportamiento, por saber más o menos, por notas, por etnias… El miedo a la exclusión que viven los niños y los adolescentes son la espada de Damocles con la que se acuestan y se levantan.

En tu libro fomentas una serie de ejercicios pensados para promover la relación social, la solidaridad y la generosidad, como un elemento clave de la formación de una persona. ¿Cuándo es el momento clave para empezar a orientar la educación en ese sentido?

No hay un momento clave. Es el modo en que los adultos hemos de relacionarnos con las nuevas generaciones.

Es una pregunta frecuente, pero no está demás reiterarla, ¿cuál es el papel de los padres en la educación?

Educar buenos seres humanos, mediante buenos tratos, comprendiendo que cada vez más las nuevas generaciones en poco se van a parecer a lo que los adultos de hoy fuimos de niños. La tecnología está configurando nuevos comportamientos, nuevos modos de entender las relaciones, los estudios, el trabajo. Estamos en la ola, sin haber llegado aún al vórtice. Pero es posible que todo cuanto les estamos enseñando, y que no pase por el desarrollo de aquello que nos hace humanos (la capacidad para arriesgarnos, prever resultados, llevar a cabo acciones consensuadas, desarrollar habilidades propias y talentos para afrontar diferentes pertenencias a espacios reales y virtuales), en unos 10 años les sirva de poco...

¿Cuánto de ellos conforma la personalidad de los niños?

Los niños son 50 % de cada uno de los padres. En la preadolescencia copian a otros, en la adolescencia no se quieren parecer a los padres pero visten como 7000000 millones de jóvenes de su edad. Los padres dejan de ser el centro pero siguen siendo el cimiento del edificio...

¿Por qué es tan importante la formación fuera del aula?

Porque esa es la manera en que aprenden a llevar proyectos transformadores fuera...

¿Cuál es el futuro de la educación?

Poner el foco en la transformación social, en docentes que funcionan como líderes sociales que entienden la necesidad de llevar los conocimientos de las neurociencias al aula y la sociología de las emociones. Esto no significa que haya que enseñar a los niños a reconocer emociones. Esto está bien, pero no es lo esencial, es sólo una moda que sirve para poco si no se trabajan experiencias que partan de aquello que nos hace verdaderamente humanos, como la generosidad, la ayuda mutua. Entonces sí viene el “Qué sientes?”, ¿En que parte de tu cuerpo lo sientes? Se está propagando la idea en los niños de que van de emoción en emoción, como si en cada experiencia no las tuviéramos todas juntas.

¿Y de la relación docentes-padres?

Hay estudios que demuestran, y lo hemos puesto en práctica en los programas de Happy Schools Institute. Neurociencia y educación para la Paz, que si los padres entran al aula a enseñar algo novedoso, y los docentes les abren las puertas del colegio y su buena predisposición, los niños aprenden mejor, se muestran más atentos, entusiasmados, predispuestos y motivados. No es inteligente en estos tiempos caminar en paralelo.

¿Cuáles son tus nuevos proyectos? ¿Vuelves a la ONU para hablar de educación?

Este año parece que han vuelto a pensar en mí. Así que es probable que vuelva a estar en diciembre. Estoy dando cursos de liderazgo comunitario a jóvenes de la generación Z, siempre poniendo el foco en el cerebro social, lo que permite que encuentren un propósito en sus vidas. Y trabajando en algunas ideas potentes, para que los niños sean cada vez más “happineers”, un vocablo que hemos creado con mi equipo para que las nuevas generaciones se identifiquen con su capacidad transformadora, Ellos pueden ser diseñadores, o arquitectos de la felicidad responsable (que es la felicidad que hace algo por los demás). Algo increíblemente potente cuando se lleva a contextos vulnerables. Porque cuando descubren que es mucho lo que pueden dar como personas, aunque no tengan bienes materiales, automáticamente empiezan a salir del lugar de víctima en que a menudo son colocados. Y esto es altamente positivo, para ellos y para la sociedad, que adquiere otra forma de entender las necesidades de los que tiene menos recursos...

Acerca del Nora Rodríguez

Nora Rodríguez es una pedagoga y ensayista, que aporta una visión nueva sobre la educación y sus objetivos. Entre 1984-1990 desarrolló su actividad docente en espacios escolares en entornos marginales de la Patagonia. Sus propuestas, que se encuentran bajo el paraguas epistemológico de la Neuroeducación. Esta última pretende integrar los conocimientos sobre el cerebro de manera continua no sólo en la biología, sino también en la Antropología Social y en la Educación. Para ella, la conformación de la educación y el desarrollo formativo se inscribe dentro de una práctica social de los niños y adolescentes en un entorno concreto, que fomente una forma de ver la existencia más colaborativa. Es creadora del Happy Schools Institute. Su actividad la ha permitido impartir espacios de formación como TEdx o en la ONU. En esta entrevista nos acercamos a su nuevo libro, Educando para la Paz. La neurociencia de la felicidad responsable (2018), editado por Kairós.  

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