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Entrenamiento para vivir en paz

178 JUANLas personas hacemos cualquier cosa para sentir que tenemos un cierto dominio sobre nuestra vida. Tenemos la idea de que si actuamos de ciertas maneras como ser correctos, hacer todo bien, ser buenas personas o estar muy alertas, viviremos sin problemas. Pensamos que podemos llegar a dominar todo lo que nos suceda y que llegará un día en que todo nos salga bien.

No obstante, lo cierto es que vamos a experimentar muchas dificultades en el futuro, hagamos lo que hagamos. La vida implica una sucesión ineludible de vivencias de inseguridad, frustración, pérdida, insatisfacción, etc. Nos ha sucedido hasta ahora y nos seguirá sucediendo. Podemos ignorar esta verdad, ser optimistas y pensar en positivo; pero nada nos va a alejar del hecho de que nos esperan muchas situaciones difíciles.

De modo que ante esto, ¿estamos preparados? ¿tenemos los recursos suficientes para afrontar la vida? Muchos pensarán que pueden hacer algo, adelantarse a los acontecimientos y conseguir evitarlos, pero no suele funcionar. Otros piensan que nunca serán capaces y tratan de esconderse, pero tampoco sirve. Lo más realista es estar dispuesto, prepararse mentalmente para afrontar lo que la vida traiga.

Desde la perspectiva espiritual, la conciencia del dolor de la vida es uno de los elementos que nos impulsan al trabajo interior. Saber que sufrimos nos da el arrojo suficiente para vencer la fuerza gravitatoria del ego. La contracción egocéntrica nos tiene atrapados con mucha firmeza y sólo por medio del suficiente empuje podemos vencerla. Reconocer el dolor es lo que nos da este impulso.

Abordar el dolor de la vida

En lugar de actitudes derrotistas o negativos, es de vital importancia saber que podemos entrenar la mente. Está en nuestra mano el ser capaces de afrontar el dolor que nos espera. Todo es cuestión de adiestramiento y comprensión. Para empezar podemos considerar tres aspectos. Primero, necesitamos la apertura mental para aceptar las frustraciones, fracasos, inseguridades y demás como parte de la vida. Además, es preciso aprender a ver que el dolor no es tan real. Por último, es esencial descubrir en nuestra experiencia personal que podemos vivir con serenidad cualquier situación difícil.

1. Entender el dolor como parte de la vida

2. Saber verlo sin importancia

3. Descubrir que podemos manejarlo en paz

Estas tres actitudes socavan el sufrimiento de nuestra vida, le quitan su poder y lo relegan a un segundo plano. La fuerza de las experiencias difíciles viene de nuestra propia mente. El sufrimiento no tiene realidad en sí mismo ni está ahí fuera esperándonos; viene de nosotros mismos. Si le damos otra perspectiva, se desvela la paz interior que siempre hemos buscado.

Entrenamiento mental I: Ecuanimidad y empatía

El primer aspecto, viene de una apertura de conciencia a lo que nos rodea. Esto es, entendemos que el dolor es parte de la vida cuando miramos a nuestro alrededor. Al abrir la mente percibimos que en cada momento de sufrimiento hay cientos de personas que padecen lo mismo que nosotros. Cada instante es una experiencia compartida por muchos. Nunca es nuestra historia personal separada de los demás. Siempre que experimentamos dificultades y conflictos estamos conociendo el dolor del mundo. Entrenando la mente en soltar la vivencia individual del dolor para reemplazarla por la conciencia global del dolor del mundo nos liberamos de una gran carga. El dolor que vivimos es el mismo dolor que están tocando miles de personas. Estamos unidos en esta experiencia de infelicidad que nos vincula, no estamos solos, es el dolor del mundo. Esta empatía universal, cuando la vivenciamos desde la conciencia -dejando atrás la mente lógica y controladora- tiene el efecto liberador de aportar una dimensión nueva a la vivencia de dolor. Es la conciencia de lo global lo que nos libera de la opresión del ego. El sufrimiento vivido como algo personal desde la perspectiva egocéntrica, es agobiante y denso, la empatía nos ayuda a soltar y lo vuelve más liviano.

Entrenamiento mental II: Atención positiva y Conciencia

El proceso continua cuando aprendemos a dar menos importancia a dificultades que encontramos. Aquí necesitamos cultivar la lucidez que desvela que hay aspectos mucho más valiosos y reales que el dolor. Esto es, no se trata de ignorar el sufrimiento o de meramente quitarle valor, sino del descubrimiento de que en realidad no es tan verdad como parece porque hay otros aspectos más reales. Ahora se trata de aprender a fijarnos en todas las cosas positivas de nuestra vida, pero no sólo eso. Es preciso alcanzar la comprensión de que muchas de ellas son más reales que el sufrimiento. Necesitamos un entrenamiento firme y constante para dirigir la atención a zonas de nuestra vida que damos por hecho o que nunca atendemos, y recobrar el valor y la verdad que contienen. Parte de este proceso es la constatación de nuestra naturaleza básica. No sólo estamos vivos, sino que somos la vida misma. Nuestra realidad primordial es vida, conciencia despierta y lúcida. Y esta realidad es más verdad que cualquier dificultad. En presencia de la vida que somos las experiencias de sufrimiento son insignificantes y descoloridas. Todo tiene su origen en nuestro ser esencial, todo se sustenta y perece en lo que verdaderamente somos. El sufrimiento no es más que un mero suceso transitorio en la verdad atemporal y eterna donde todo nace. Visto así cualquier conflicto o dificultad es nimio e insustancial.

Entrenamiento mental III: Amor, compasión, perdón y naturaleza primordial

El conocimiento de que podemos manejar en paz cualquier experiencia de infelicidad es de vital importancia. Para ello, lo primero que necesitamos es querernos a nosotros mismos. Esto es, el adiestramiento, que requiere un movimiento de conciencia hacia nosotros mismos mediante el cual tomamos la decisión de cuidarnos, vivir satisfechos y ser felices. Todos queremos felicidad, pero la diferencia aquí es la decisión consciente que viene de experimentarnos a nosotros mismos. Con la mirada dirigida hacia dentro tomamos esta decisión que tiene un gran poder: Voy a cuidarme, voy a hacerme feliz.

Además, cualquier vivencia difícil nos brinda la oportunidad de generar compasión. La compasión, en el sentido budista, viene como consecuencia de empatizar con el dolor del mundo. Aquí se manifiesta como el profundo anhelo de que termine el sufrimiento de todos los seres. Este deseo, que encarna la compasión y surge de un lugar anterior al egocentrismo, es la herramienta de sanación por antonomasia. En concreto, ante la experiencia de dolor reemplazamos nuestra reacción condicionada habitual por la respuesta de compasión. Nuestro dolor se convierte en el detonante de la compasión universal: Que termine el sufrimiento de todos los seres.

El perdón es otro de los elementos que contribuyen al descubrimiento de que el dolor puede vivirse con serenidad y contentamiento. No obstante, al igual que sucede con la compasión, aquí el significado de perdón es diferente al que estamos habituados. Perdonar en el sentido que ahora le damos, significa una atención abierta e incondicionada por medio de la cual le hacemos sitio al dolor. Esto es, en lugar del rechazo, la contracción y la contención del dolor, nos abrimos internamente a sentirlo, le damos amplitud y lo respiramos en el espacio abierto de nuestro interior. La aceptación sin resistencias es la herramienta esencial para dejar de alimentar el sufrimiento. Por último, completamos este entrenamiento mental desplegando la máxima lucidez de la que seamos capaces. El paso definitivo viene del discernimiento del aspecto de nosotros mismos donde el sufrimiento nunca llega. Esta es la verdadera liberación y descarga. Percibir donde no duele, eso que nunca ha sufrido en nosotros y nunca puede sufrir, es definitivo. Desde la sabiduría, el dolor nunca es personal, es una vivencia impersonal que nadie posee. Más allá de la experiencia de dolor se vislumbra la apertura en que sucede, la vacuidad última de la mente en donde el dolor de la vida sólo es como una mota de polvo flotando en un rayo de sol que entra en una inmensa estancia. El conocimiento de nuestra naturaleza primordial es finalmente donde estamos a salvo de cualquier sufrimiento. Vislumbrar esto es la gran oportunidad que tenemos, el privilegio que la vida nos ha concedido habiendo nacido humanos.

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