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Anhelar la verdad

 

Todos los maestros hacen una afirmación clara. Hasta que no vivamos desde nuestro ser esencial no terminará la insatisfacción ni las frustraciones ni las inseguridades ni las angustias ni ninguno de los problemas vitales que nos aquejan. Nos inquietan y conmueven las imágenes de guerras, abusos, maltratos, corrupciones y demás que vemos en los medios; pues bien, todo ello es producto de vivir creyéndose un individuo distinto, especial y separado, y especialmente del profundo miedo oculto que acompaña a la sensación de yo. Mientras haya personas egocéntricas habrá sufrimiento. 183 MANZANERAMientras sigamos creyéndonos individuos independientes y autónomos tendremos el potencial de crear sufrimiento en el mundo. Mientras vivamos lejos de nuestra naturaleza primordial, siempre existe la posibilidad de volvernos lo peor y actuar de modos que nunca habríamos pensado.
Es preciso reconocer lo que somos. No importa cuántas terapias y tratamientos uno haga, mientras la naturaleza primordial no sea desvelada sólo estaremos cambiando las cosas de sitio. Mientras sigamos creyendo en el pensamiento “Yo soy alguien” sólo nos moveremos en círculos. Podemos mejorar nuestra vida, vivir con más serenidad y contento, ser más eficientes y productivos, etc. pero todo será circunstancial, condicionado, transitorio, efímero y temporal.

El anhelo
Reconocer nuestra naturaleza primordial es el asunto fundamental. No obstante vivimos atrapados en numerosas dificultades y tendencias que nos impiden avanzar. La principal de ellas es que estamos volcados en la búsqueda de experiencias, en la huida del dolor de la vida, en el deseo de bienestar y felicidad, en la persecución de metas, objetivos, ilusiones y planes. La verdad última no puedes ser reconocida hasta que no se convierta en nuestro único interés. La condición principal es el profundo deseo de vivirla. Dice la enseñanza “Anhela conocer eso de donde todo nace, anhela conocer eso adonde todo va cuando la muerte lo destruye”. Es preciso que todas las actividades de la vida sean secundarias a la aspiración de conocer la realidad absoluta.
El deseo de conocer la naturaleza primordial es el intenso deseo de experimentar lo que somos de verdad, el deseo de liberarse de todos los engaños y fantasías, el deseo de librarse del ego como origen de todas las distorsiones, el deseo de despertar de todas las pesadillas humanas. Este intenso deseo es el fundamento de la verdadera espiritualidad.

El valor de la vida
Cuando nos hacemos conscientes de lo valiosa que es la vida; no cuando hacemos una valoración positiva, sino cuando sabemos por experiencia directa que la vida es una oportunidad extraordinaria y tiene un valor incalculable. Entonces, es posible que surja la intuición firme de que lo más importante es conocerse uno mismo. Conocer lo que de verdad somos.

La conciencia de muerte
Si a esta comprensión añadimos la conciencia de que vamos a morir y que puede suceder en cualquier momento. Si sentimos cómo la vida se va gastando momento a momento, sin descanso y cómo cada día estamos más cerca de la muerte. Si tenemos la valentía de reconocer que no sabemos cuándo vamos a morir y que no tenemos ningún control sobre lo que pueda suceder en el futuro. Entonces, hay la posibilidad de vislumbrar que conocerse uno mismo no sólo es lo más importante sino que hay que hacerlo cuanto antes, y hay que empezar ahora mismo.

El problema del ego
El anhelo por conocer la verdad absoluta es un camino a lo desconocido que nos obliga salirnos de nuestra zona de confort. La verdad va a llevarnos a abandonar nuestras convicciones más queridas, a encontrarnos con lo inesperado, a dejar todas las referencias. Por ello tenemos tantas resistencias inconscientes. Nos decimos a nosotros mismos que nos interesa el camino espiritual, incluso que es importante en nuestra vida. Sin embargo, nuestras acciones y elecciones están muy lejos de lo que decimos. Pensamos que nos importa conocer lo que somos, pero sólo son ideas y creencias. Nos falta el anhelo, el deseo de verdad. Es preciso contemplar profundamente y preguntarnos ¿qué es lo que realmente quiero? ¿Qué es lo que de verdad me importa? No debemos asumir que sabemos qué queremos, es preciso preguntarnos, ser sinceros con nosotros mismos. No es algo que mostramos a los demás, es nuestra motivación más íntima.
Cuando uno siente que a pesar de estar en el camino nada cambia, el problema puede hallarse en la motivación. Es preciso que el anhelo por conocer lo que somos sea el principio que nos guíe. Tenemos que querer evolucionar más que nada en el mundo.
Es fácil entender que este planteamiento despierta enormes resistencias internas. Sin poderlo evitar sentimos una reluctancia irracional a cambiar, una poderosa inercia a que todo siga como está. Desde el ego, buscamos seguridad, referencias, solidez y protección, y el camino a la verdad se vislumbra como una pérdida continuada de apoyos y seguridades. Desde el ego no queremos descubrir nada, sólo queremos encontrar un modo de escondernos del miedo. Por esto nuestra inclinación espiritual es un camino a medias, una afición, algo que nos sirve para imaginar que estamos a salvo o que nos hace creernos valiosos y especiales.
Pero si prestamos atención, este mismo ego al que tanto escuchamos, es lo que nos lleva al sufrimiento, a la insatisfacción constante, a los numerosos momentos de incertidumbre, inseguridad, vacío y soledad que nos invaden. Cuando vivimos desde el ego, nunca encontramos una felicidad duradera, siempre estamos al borde del miedo, nos hallamos en una pesadilla interminable, aprisionados en nuestras mentes y en un laberinto de conceptos que nos condicionan. La búsqueda de bienestar y libertad es como beber agua salada, nunca llegan. Permanecemos atrapados en una espiral interminable de deseos y temores.
Desde el ego la vida es dolor y pérdida. Todo lo que nace, muere; todo lo que es creado, se destruye; todo lo que se eleva, desciende; todos los vínculos terminan distanciados (Buda). Las resistencias a la verdad primordial sólo nos llevan a seguir vulnerables a todos los posibles sufrimientos de la vida.
La verdad primordial sólo se desvela cuando el ego queda desplazado, cuando se reconoce su naturaleza ilusoria. Únicamente cuando nos atrevemos a ser honestos con nosotros mismos, podemos ir más allá de las autodefensas y dejar de traicionar el impulso espiritual.

Despertar el anhelo
El anhelo por conocer la verdad puede surgir de varias maneras. Algunas personas tienen vislumbres espontáneos inesperados. Pueden ser personas que nunca han tenido ningún interés en lo espiritual y espontáneamente tienen una lucidez extraordinaria que les hace atisbar la naturaleza inefable de la existencia. Este vislumbre suele ser temporal y pasajero. El reto para ellos es ser fieles a sí mismos y a lo que han vivido. Su vivencia les obliga a cuidar y honrar lo que han conocido hasta vivirlo plenamente. Necesitan evitar desvalorizar su experiencia y usarla como luz en el camino a la verdad primordial.
Luego, hay personas que mediante un trabajo espiritual llegan a conocer la verdad. Tal vez a través de la meditación tienen aperturas momentáneas a su ser real. De nuevo, ese conocimiento se convierte en una intensa motivación que amortigua todos los demás intereses vitales en aras de la verdad.
Una gran parte de las personas llegan a sentir el deseo de verdad a través de la fe y la confianza en las enseñanzas de los maestros que han trascendido el ego y viven conscientes de la naturaleza primordial. La inspiración de lo que otros han logrado hace que muchos se sientan capaces de ello y empiecen a cambiar sus prioridades y objetivos.
Finalmente hay personas que llegan a anhelar la verdad a través del sufrimiento, el propio y el de los demás. Reconocer lo absurdo de la vida puede llevar a una fuerte necesidad de entender el significado de la existencia. Aunque muchas personas cuando son conscientes de las dificultades que entraña la vida, caen en trastornos psicológicos como la depresión o la ansiedad, para unos pocos afortunados esa misma toma de conciencia es lo que propicia el despertar de una sabiduría liberadora y profunda.
En conclusión, la verdadera libertad y plenitud se encuentran en vivir lo que verdaderamente somos. No es el ego quien se libera sino que sucede al soltar el ego. Para ello es preciso vencer todas las resistencias y atrevernos a explorar lo nuevo más allá de la mente. El motor imprescindible es el anhelo, la sinceridad y la honestidad de querer conocer lo que somos.

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