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Pon alerta el corazón

Silenciar para cambiar.

Abrirse al silencio que habla

185 PEDROHe realizado el primer paso. Me corrijo: he iniciado el primer paso, el camino del silenciamiento. Lograr acallar los ruidos de forma permanente y definitiva será una tarea continua de mi vida. ¿Cuándo me librare de los apegos, de la ansiedad por la seguridad, de la presunción de completar lo que ya está completo? He iniciado la práctica que me lleva al silencio profundo del ser, a percibir la conexión de la forma y el vacío. He intentado vaciarme de tantas apariencias y en esta experiencia ya no se quien soy, siquiera si soy alguien, ni donde estoy. Pero, ¿será este proceso de aniquilamiento suficiente? ¿Será suficiente con entrar en la noche, en la nube del No Saber, y permanecer allí en silencio interior?
No es suficiente. Al tiempo que produzco mi silencio progresivo en el cuerpo, en la mente y en el espíritu, he de abrirme en plena atención. He de mantenerme abierto en alerta a lo que ocurre en medio del silencio, abierto al silencio que hay detrás del silencio. Mientras hago el silenciamiento como práctica, y en el silencio me mantengo, al tiempo me abriré en alerta , y en medio de la atención escucharé. Ésta es la esencia del zen que práctico.
No es posible la atención si me aturden mis ruidos, si las voces continuamente hablan, juzgan, manipulan , controlan, predican o insinúan. Por ello, no hay atención si no hay silencio. El silencio implica silenciamiento del cuerpo y la forma, silencio de las emociones, de las sensaciones, de los estados mentales y las creencias y de la propia conciencia de mi mismo, de forma que pierda la conciencia de mi mismo en medio de la atención.
El proceso de atención es paradójicamente la atención plena al cuerpo y a la forma, la atención a las sensaciones, a las emociones, a los procesos mentales, a las creencias, y a la propia conciencia de mí. Y ¿cómo es posible esto si al tiempo exijo silencio? Porque el silencio que me exijo no es la negación de los procesos de la vida y de la realidad, sino mi inútil intento de parar los procesos de la vida y de la realidad, para obtener una interpretación domesticada, una identificación. Por ello, la atención a la que me abro no puede ser otra que la atención a los procesos concretos de la realidad, sin intentar detenerlos. Es el ejercicio de la atención al continuo cambio de los fenómenos.
No busco la atención a un mundo alternativo, a una realidad esotérica diferente que se inicie en la negación de la realidad en la que estoy inmerso. No es posible abrirse al vacío como un ente diferente que solo puede existir en mi imaginación. Solo puedo prestar atención a las realidades concretas y presentes de este mundo único, a las realidades concretas internas, a las realidades concretas externas, e internas y externas al tiempo, corporales-materiales, sensoriales, emocionales y conceptuales.
Es una atención sin ruidos, esto es, sin calificación, sin juicios, sin prejuicios, sin manipulación. No intentaré parar parar ningún proceso. Es atención sin identificación. Es el ejercicio del Testigo sin sujeto. Todo es atendido, todo es escuchado, pero no hay nadie que escucha, no hay sujeto que hace la acción, el sujeto se desvanece progresivamente en este escuchar. Las cosas se expresan por si mismas, de forma vibrante. Existe una alerta viva y vibrante en el profundo silencio de las cosas.

Es este un ejercicio progresivo. No he perdido todavía la conciencia de yo, ni los ruidos han cesado, pero se abre camino una forma diferente de conocer, cuanto mas silenciamiento se produce existe una escucha mas completa. Cuanto mas silenciamiento se produce mas se mezclan sujeto y objeto. Es un proceso de perdida progresiva de la egocentración, de forma que ya no importa quien escucha, y el que lo hace tiene cada vez menos que decir. La atención se hace diáfana, y solo existe la acción, el suceder de los fenómenos. Este ejercicio progresivo que es una forma real de vivir pasa por sus crisis y resistencias, clarooscuros y pasos atrás y adelante. El silencio se abre paso lentamente a veces, y otras de forma muy rápida, aparentemente caótica, cegándome con la luz que produce.
Es ésta una escucha sin intenciones ni finalidades. No existe quien busca resolver el enigma, llegar a ser mejor o ser perfecto, o encontrar la verdad y la solución a los problemas de la vida. Es una escucha de participación, es una escucha de ser, simplemente de ser. Soy cambio y transformación, y soy vacío y manifestación a la vez. Escucho estando presente, siendo presente y siendo presencia. Este es el ejercicio de la atención.
Escucho sin apropiación. Mi ejercicio es intentar no hacer “mío” el momento, pues al avanzar en el ejercicio del silencio lo que he considerado mío también se alivia y disuelve. El momento simplemente es, simplemente ocurre. No le importa al momento, al instante en que se expresan las cosas, mis vanas pretensiones de apropiármelo. Al intentar apropiarme las cosas, los fenómenos y este tiempo y este espacio creo ruido. Al liberarme de todo deseo de apropiármelo entro en el silencio.
La escucha es proscriptiva, no descriptiva. Es de participación en la acción, no de observación y descripción de lo que ocurre. Si pretendo describir lo que ocurre, busco una foto fija, una interpretación de lo que se manifiesta, que filtro y digiero según mis intereses, y entonces se convierte en “mi” opinión de la realidad, mi creencia. Por el contrario, he de buscar la percepción del cambio, del continuo morir y nacer de los fenómenos, en un proceso participativo, de incorporación al fluir de las cosas. No estoy separado de los fenómenos ni de las cosas. Mi intento de “pontificar” sobre la realidad no es mas que ruido. Apagando los ruidos me propongo participar en el cambio, asistir al cambio, formar parte de él.
Escucho intentando comprender. Mi escucha no es una alternativa a mi racionalidad. Mi racionalidad es parte de la realidad, y como parte de la misma he de incorporarla en este proceso de silencio. Pero mi intento de comprender no se limita a mi capacidad de razonar. Realiza un, por decir así, “salto cuántico” que incorpora en mi escucha la intuición y la experiencia directa en un mismo acto de conocimiento. Busco una escucha no limitada por mi filtro racional de la realidad, de forma que adquiero conocimiento directo, silencioso y sabio de lo que existe. Es el camino de mi aprendizaje hacia la sabiduría esencial, ejercida desde el silencio abierto no condicionado. Así la experiencia y la memoria anterior no se impone a la experiencia actual, no reprime, no califica la experiencia actual. La conciencia sin sujeto se ilumina y se convierte momento a momento en lucidez sabia no egocentrada, preparándose para escuchar el murmullo de trasfondo, el silencio que hay detrás del silencio.

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