El poder de la concentración
Concentrarse es fijar la mente en un soporte con absoluta exclusión de todo lo demás. De esa manera el practicante se va absorbiendo más y más en el objeto de la concentración, cerrando el paso a los pensamientos mecánicos y consiguiendo grados cada vez más intensos y estables de atención unificada o, como se le denomina en el yoga, "ekagrata" (unidireccionalidad mental).
Toda fuerza canalizada gana en potencia y eficacia, sea el agua, el calor, la luz o la electricidad, y la mente no es en absoluto una excepción. Mediante los ejercicios de concentración, la mente se va poniendo bajo control, el pensamiento se puede refrenar y se unifica la consciencia. Una mente concentrada es de una gran ayuda en todo momento y colabora en cualquier tarea que se esté llevando a cabo, permitiendo más precisión y destreza.
La concentración es como un músculo que puede fortalecerse y así la persona puede ganar mucha capacidad de introspección. Cuando uno está más concentrado está más perceptivo al objeto de la concentración y la percepción gana en profundidad e intensidad. También la persona aprende a estar más atenta a lo que sucede en cada momento y puede dirigir deliberadamente su atención hacia lo que deseé o crea procedente.
Para ganar en capacidad de concentración hay ejercicios que los yoguis han utilizado desde antiguo, que cooperan con la estabilidad mental y ponen el pensamiento bajo el yugo (yoga) de la voluntad. Enumeramos algunos de estos ejercicios:
• Concentración en un color.
• En una figura geométrica.
• En la llama de una vela. Primero se contempla con los ojos abiertos y luego se cierran y el practicante trata de representarse la llama de la vela.
• Concentración en el entrecejo.
• En la sensación táctil de la respiración.
• En un sonido repetitivo.
• En las sensaciones de las palmas de las manos.
• En un punto negro sobre una cartulina blanca.
• Concentración en el esquema corporal.
El ejercicio puede ejecutarse durante diez minutos y un programa puede constar de cuatro o cinco ejercicios.
Lo esencial es que cada vez que uno descubra que la mente se ha dispersado, se la lleva con firmeza y paciencia de nuevo al soporte de la concentración.
La práctica asidua hace posible que la persona vaya consiguiendo dinteles cada más más elevados de concentración o absorción mental, unificando e intensificando así la consciencia y neutralizando las distracciones.
Como decía Santideva, una mente no concentrada es como un colador, y se vuelve inestable y superficial. La concentración mental produce perspicacia, fortaleza mental, discernimiento más claro y sabiduría.